EFE

El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, escogió este domingo
a Bojayá, un poblado del noroeste del país escenario de la masacre de
79 personas en 2002 por parte de las FARC, para comprometerse a sacar
adelante el proceso de paz con esa guerrilla.

En su primera salida por las regiones de Colombia
luego de ser distinguido el pasado viernes con el Premio Nobel de Paz,
el mandatario asistió a la misa dominical, dedicó el galardón a las
víctimas y anunció que destinará el monto del reconocimiento a la
reparación de quienes han sido afectados por el conflicto armado.

«Quise venir a compartir el premio con ustedes porque simbolizan lo que ha sido esta guerra en Colombia. Tengan la absoluta seguridad de que este proceso lo vamos a llevar a buen puerto», expresó el jefe de Estado.

Vestido de blanco y acompañado de sus hijos y su esposa, María
Clemencia Rodríguez, quien realizó la primera lectura de la eucaristía,
Santos indicó que el Nobel es «de los millones de víctimas a lo largo y
ancho del territorio nacional» y «un mandato del mundo para continuar
buscando y consolidando la paz».

El 2 de mayo de 2002 un comando de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC) lanzó una bombona de gas contra la iglesia de Bojayá, en donde
se refugiaban los lugareños para protegerse de un enfrentamiento entre
esa guerrilla y un grupo paramilitar, hecho que dejó 79 muertos.

El presidente aprovechó la actividad para anunciar que donará los
ocho millones de coronas suecas (unos 950.000 dólares) que recibirá el
próximo 10 de diciembre en Oslo (Noruega) como parte del Premio Nobel
«para que las víctimas sean reparadas».

«Vamos a decidir
obras, fundaciones o programas que tengan que ver con víctimas y
reconciliación» para entregar el dinero, explicó en medio de los
aplausos de los asistentes, que también vistieron de blanco, y portaban
carteles con mensajes alusivos al Nobel.

La ceremonia
religiosa fue oficiada por los sacerdotes Antún Cuesta, sobreviviente de
la tragedia de Bojayá; Sterlin Londoño, vicario de la Diócesis de
Quibdó, capital del departamento de Chocó, y el párroco de la iglesia
local, San Pedro Apóstol, Álvaro Hernán Mosquera.

«Los que no
conocen lo que es la guerra, no saben lo que es la paz», indicó por su
parte Cuesta, quien era el párroco en Bojayá cuando ocurrió la masacre.

El religioso, que sufrió heridas en la cabeza producto del hecho
terrorista, agregó que es necesario «poner a las víctimas en el centro
de cualquier solución» sobre el conflicto en Colombia e invitó a hacer el «saludo de la paz» mirándose a los ojos y con «convicción».

De la eucaristía hicieron parte también las «Alabaoras de Pogue y
Bojayá», un grupo de sobrevivientes de la tragedia, que alcanzaron fama
internacional el pasado 26 de septiembre al cantar en Cartagena durante
la ceremonia de la firma del acuerdo entre el Gobierno nacional y las
FARC.

Las cantadoras recibieron al presidente entonando una
felicitación por haber ganado el Premio Nobel y ofreciendo su apoyo al
gobernante.

«Ustedes hicieron historia y se volvieron famosas.
El mundo entero se ha referido a ustedes con mucha admiración», les
manifestó el mandatario.

Un momento importante de la
celebración fue la lectura bíblica de la historia del «buen samaritano»,
en la que se hizo alusión a la «sanación» que ha vivido Bojayá luego de
la violencia que sufrió.

«Oraremos por quienes dicen que la
paz es el camino sin conocer los embates de la guerra», sentenció el
vicario Antún Cuesta, para luego finalizar el ceremonia diciendo:
«Bojayá es el pueblo de la paz y la reconciliación».

En la
misa, en la que el presidente recibió como regalo una réplica del cristo
de la iglesia destruida en la tragedia, también participó el
vicepresidente de la República, Germán Vargas Lleras; el ministro del
Interior, Juan Fernando Cristo, y el alto comisionado para la paz,
Sergio Jaramillo, entre otros altos funcionarios.




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