Luis Alejandro Borrero|@LABC7

A la profesora María Victoria Bellera se le quiebra la voz. Luce exhausta. Ha visto como los niños se desmayan de tanto pasar hambre en el colegio Luisa Cáceres de Arismendi en Valencia. Ha tenido que decir adiós a compañeras que se dedicaron a vender otra cosa antes que su talento. Pan o queso, por ejemplo. La sustentabilidad del Programa Fe y Alegría en Carabobo está en jaque por los pobres salarios y la indolencia gubernamental, sostiene. “Ayer uno de los trabajadores me dijo que había perdido 11 kilos”.  

Sin la mística sería imposible. El salario de un profesor —nivel básico— es de 18 mil bolívares. Eso no le cubre la quincena. A veces se quedan sin nada a mitad de las fatídicas dos semanas que significa recibir otro pago. No tienen cómo pagar el pasaje en autobús, mucho menos para comer. “Nos prestamos comida entre nosotros. 

La fachada del Luisa Cáceres de Arismendi no está llena de los típicos murales. Las carteleras informativas características de la primaria fueron solapadas. En su lugar hay cartulinas rayadas con los reclamos de los docentes: el viernes se cumplieron 120 días sin recibir el incremento salarial de 54% aprobado por el presidente Nicolás Maduro. “En las reuniones dijeron (Gobierno) que no había real para pagar. Pero vemos cómo arriba al territorio armamento”.

Y la vocación se nota. Los docentes de Fe y Alegría de los 11 planteles en Carabobo se concentraron para protestar la mañana del viernes en el puente Santa Rosa. Pero eso no impidió que se suspendieran las clases. En el Luisa Cáceres se siguió la programación e incluso tuvieron actividades de canto propias de cada año. Los maestros se niegan a abandonar. “Sí hemos registrado casos de deserción, pero son muy bajos, ni siquiera 10% —de los mil maestros— en Carabobo”.

Los números son claros. La memoria y cuenta del Ministerio del Poder Popular para la Educación de 2016 muestra un incremento sustancial de los fondos destinados a la “dirección y coordinación de los gastos de trabajadores”. Aumentó 104% en 2015 respecto con 2014. Pasó de siete mil 284 millones 866 mil 774 bolívares con 49 centavos; a 14 mil 912 millones, 290 mil 733 bolívares con 71 centavos. Pero en Fe y Alegría el padecimiento se traduce en una cuenta diaria: qué comer al día siguiente.

Fe y Alegría pertenece a la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC). Este organismo negocia con el Ministerio de Educación los pagos a los profesores de los planteles que, por definición, suelen estar en las zonas más necesitadas. Pero la discriminación es clara. Y la sienten. El personal que opera en gobernaciones o alcaldías sí recibió su incremento salarial.

Es una situación de ayuda humanitaria. Se necesita que el empresariado de Carabobo —o quien tenga la posibilidad— ayude a sustentar lo que Bellera denominó “una olla comunitaria”. Significa mantener abierto el colegio para que los niños por lo menos tengan almuerzo durante las vacaciones. De otra forma se agravaría el proceso de desnutrición que la mujer dice que ha visto con sus propios ojos. “Lo que dicen los medios es verdad. Los niños se están desmayando”.

Ser docente en Fe y Alegría sigue siendo un orgullo. La sonrisa luego del pequeño silencio de Bellera lo ratifica. La organización que nació en Catia, Caracas, en el 23 de Enero, ha sido ejemplo a copiar internacionalmente. 22 países aplican el programa, incluyendo Haití y en África. “Es estar, desde ya, reconstruyendo a Venezuela”. La mística puede que se amenace con los bolsillos vacíos. Pero los maestros ven entre ellos mismos necesidades y al mismo tiempo soluciones. “Fe y Alegría somos todos, y esperamos una mano de Venezuela. Como hermanos nos tenemos que encontrar”.





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