AFP

Centenares de miles de catalanes participaron este domingo en varias
manifestaciones independentistas repartidas en toda Cataluña en ocasión
de la Diada, la fiesta «nacional»
, para reclamar unidad y celeridad a
sus políticos en su plan para secesionarse de España.

En Barcelona, la multitud, luciendo los colores amarillo, rojo y azul
de las banderas independentistas, abarrotó un largo paseo cercano al
Parlamento catalán donde los diputados separatistas están desarrollando
su programa de secesión de esta región con 7,5 millones de habitante
s,
ubicada en el noreste de España.

Pero el proceso, que debería terminar a mediados de 2017, avanza más
lentamente de lo esperado por las divisiones entre los diferentes
partidos, precisamente cuando llega el momento de «tomar decisiones
críticas», reconoció el presidente regional Carles Puigdemont.

«Es el momento de estar todos unidos por el ‘Sí’ a la República
Catalana», reclamó en su discurso Jordi Sánchez, el presidente de la
ANC, una influyente asociación civil que organizó las manifestaciones.

Tras cinco años de manifestaciones, los independentistas tienen
prisa. «Esperamos que esta Diada sea la última antes de ser ya
independientes», decía Carmen Santos, una administrativa de 58 años, en
la marcha de Barcelona.

«Los políticos dicen que estamos cerca pero queremos verlo ya», añadía su amigo, Xavier Vallvé, investigador de 60 años.

«Es un poco lento. Tendrían que acelerarlo», coincidía Óscar Calderó, trabajador fabril de 48 años.

«El principal reto de España»

Desde 2012,
ANC y Omnium Cultural organizan masivas movilizaciones en ocasión de la
Diada, fecha de conmemoración de la derrota de Barcelona ante las tropas
borbónicas en 1714 y la consecuente pérdida del autogobierno catalán.

En 2013 desplegaron una cadena humana de 400 km, y en 2014 y 2015 organizaron masivas concentraciones en Barcelona.

En esta ocasión, los manifestantes se reunieron también en Tarragona
(sur), Lleida (este), Berga (centro) y Salt (norte), además de la
capital. Si bien no hay cifras oficiales, la participación se percibió
menor que en otras ocasiones.

A las 17H14 locales (15H14 GMT), las campanadas de la iglesia de
Lleida marcaron el comienzo de la celebración. Los congregados en las
diferentes ciudades simularon el latido de un corazón con cartulinas
amarillas y se levantaron enormes torres humanas, una tradición de
Cataluña, mientras ondeaban centenares de banderas independentistas.

Diferentes líderes regionales asistieron a la conmemoración, como el
presidente Carles Puigdemont, su vicepresidente Oriol Junqueras o la
presidenta del parlamento regional Carme Forcadell. 

También acudió la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, siempre ambigua
sobre la independencia y aliada de Podemos (izquierda radical), el único
partido a nivel nacional que defiende el referéndum.

Ambigua sobre la independencia, Colau criticó «el inmovilismo
crónico» del actual gobierno español de Mariano Rajoy, que apenas se ha
abierto a dialogar con Barcelona.

En la misma línea se expresó Puigdemont, señalando que «Cataluña es
el principal reto político que tiene España» y, por lo tanto, deberían
«formular propuestas políticas de acuerdo con esta trascendencia».

Vía unilateral

Pero por ahora, la respuesta
de Madrid llega desde los tribunales, con apertura de causas judiciales
contra el expresidente Artur Mas o la probable imputación de la
presidenta parlamentaria Carme Forcadell por permitir en julio la
aprobación de la «hoja de ruta» independentista.

«España es visceral. Nunca nos ofrecerá nada ni nos dejará marchar.
La única vía es tirar adelante sin esperar», decía Xavier Borràs, un
manifestante de 58 años en Barcelona.

Ante las reiteradas negativas de Madrid a un referéndum como en
Escocia, los líderes separatistas catalanes apostaron por romper
unilateralmente con España tras obtener la mayoría absoluta en el
Parlamento catalán hace un año.

En 18 meses, desde enero hasta mediados de 2017, quieren preparar su
administración, aprobar las leyes para desvincularse de España y
celebrar elecciones constituyentes para iniciar la redacción de la
Constitución catalana.

El plan se truncó en junio, cuando el gobierno de coalición de
Puigdemont perdió el apoyo del sector más radical del independentismo,
el pequeño partido anticapitalista CUP, clave para asegurar la mayoría
parlamentaria independentista.

Pero ahora, ambas partes acercan posiciones y se disponen a arrancar
de nuevo aprovechando el bloqueo político de Madrid, con el ejecutivo en
funciones desde diciembre y la amenaza de celebrar tres elecciones en
un año ante la incapacidad de acordar un gobierno.

La duda es cómo conciliar la «hoja de ruta» con  las peticiones del
partido radical de convocar desde la cámara regional un referéndum de
autodeterminación a mediados de 2017, que les permita declarar la
independencia inmediatamente después




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