Bacyl Macías

En medio de sonrisas y consignas de un pueblo que lo alentaba en su proceder, entró Simón Bolívar a la Iglesia de San Francisco de Caracas el 14 de octubre de 1813, para recibir de manos del gobernador de la ciudad, Cristóbal Mendoza, el título de Libertador y Capitán General de los Ejércitos.

La entrega de este título ya se veía venir, cuando el 23 de mayo de ese mismo año fue reconocido por el pueblo de Mérida como El Libertador, tras liderar los caminos y victorias de la Campaña Admirable, una estrategia con la cual Bolívar consiguió liberar al occidente del país del yugo español y abrir el camino para la fundación de la Segunda República.

Mensaje del Libertador Simón Bolívar, agradeciendo a la Municipalidad el honor concedido:

“Señores de la Ilustre Municipalidad:

La diputación de vuestras señorías, me ha presentado el acta de 14 del corriente, que a nombre de los pueblos me transmiten vuestras señorías como la debida recompensa a las victorias que he conseguido, y han dado la libertad a mi patria.

He tenido, es verdad, el honor de conducir en el campo de batalla, soldados valientes, jefes impertérritos y peritos, bastantes por sí solos a haber realizado la empresa memorable que felizmente han terminado nuestras armas. Vuestras señorías me aclaman Capitán General de los Ejércitos y Libertador de Venezuela: título más glorioso y satisfactorio para mí, que el cetro de todos los imperios de la tierra; pero vuestras señorías deben considerar que el Congreso de la Nueva Granada, el mariscal de campo José Félix Ribas, el coronel Atanasio Girardot, el brigadier Rafael Urdaneta, el comandante D’Eluyar, el comandante Elías y los demás oficiales y tropas son verdaderamente estos ilustres libertadores. Ellos, señores, y no yo, merecen las recompensas con que a nombre de los pueblos quieren premiar vuestras señorías en mí, servicios que éstos han hecho.

El honor que se me hace es tan superior a mi mérito, que no puedo contemplarle sin confusión. El Congreso de la Nueva Granada confió a mis débiles esfuerzos el restablecimiento de nuestra República. Yo he puesto de mi parte el celo; ningún peligro me ha detenido. Si esto puede darme lugar entre los ciudadanos de nuestra nación, los felices resultados de la campaña que han dirigido mis órdenes, es un digno galardón de estos servicios, que todos los soldados del ejército han prestado igualmente bajo las banderas republicanas.

Penetrado de gratitud he leído el acta generosa en que me aclaman, sin embargo, Capitán General de los Ejércitos y Libertador de Venezuela. Yo sé cuánto debo al carácter de vuestras señorías, y mucho más a los pueblos, cuya voluntad me expresan; y la ley del deber, más poderosa para mí que los sentimientos del corazón, me impone la obediencia a las instancias de un pueblo libre, y acepto con los más profundos sentimientos de veneración a mi patria y a vuestras señorías, que son sus órganos, tan grandes munificencias.

Dios guarde a vuestras señorías muchos años.»

Caracas, 18 de octubre de 1813.




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