Luis Alejandro Borrero | @LABC7

lborrero@el-carabobeno.com

Su drama no da para sonreír. Ser estudiante universitario en Venezuela es sortear la gymkhana de la inflación. Pero, para quienes optaron por odontología, el camino es todavía más intrincado. Significa librarse de robos; aprender con lo que se tiene y con lo que se debería; y convertirse en sabuesos de lo usado para poder graduarse.

El presupuesto de la Universidad de Carabobo no da más. El Gobierno se rehúsa a desembolsar lo necesario para que germinen las mentes brillantes de las que otrora fue exportadora la UC. “Gastamos hasta 100 mil bolívares en una semana en la que tengamos que comprar materiales para las prácticas”, confiesa encogido André Rincones. Hay instrumentos que cuestan 200 mil bolívares. Las limas, articuladores, piezas de mano o turbinas son excesivamente costosos.

Mientras saca la cuenta el joven mira al cielo. No hay cómo. La facultad no puede suministrar los materiales a estudiantes. Por eso muchos llegan con malas noticias para los papás cuando empieza un período de evaluaciones. “Tenemos que andar buscando casas dentales que importen los materiales. Otro riesgo es que luego de adquirir las piezas estén dañadas”.

Había siete máquinas de Rayos X. Pero por falta de mantenimiento solo están operativas dos. No hay vídeo beam, aires acondicionados o reactivos en la sala de clínica. “Nos hace mucha falta insumos para hacer prácticas”. A los estudiantes se les pide incluso colaboraciones para comprar papelería. A muchos no les queda de otra.

Pero los estudiantes siguen remando. Se ingenian métodos. Abandonar la carrera no es una opción si quiera considerable. Los de años menos avanzados acuden a los estudiantes de últimos años para que les vendan material que ya usaron. Otra técnica, dice Rincones, es comprar un instrumento entre varios.

La infraestructura es otro drama. En la sala central de prácticas de la facultad abundan las sillas con papeles pegados. “Dañada”, es el verbo que se repite más que las señalizaciones de paredes. Los profesores, al escuchar que las fotos son para un reportaje sobre la crisis de los estudiantes, responden sin vacilar: “Todo es cierto”.

El sacrificio económico no basta. Puede que se venda hasta lo que no se tiene, e incluso así estar pendiendo de un hilo. La semana pasada delincuentes ingresaron a la facultad y se robaron el cobre de dos aires acondicionados. Las clases han llegado a paralizarse por los robos, dice una de las encargadas del laboratorio. Algunas máquinas, por falta de mantenimiento, colapsaron al punto de explotar y dejar una mancha de aceite seco en el piso.

No se entiende cómo el Gobierno invierte en tanques de guerra y no en educación. Daniel Coronel lo dice molesto. El dirigente estudiantil agregó que no hay cómo transportarse por el déficit de autobuses. Advierte que siguen líneas trabajando dentro de la UC que no están acreditadas.

El próximo viernes los estudiantes esperan viajar hasta la Asamblea Nacional. El diputado Ángel Álvarez se habría comprometido a recibirlos para estudiar las carencias de la UC en la comisión de Ciencia y Tecnología del Parlamento.




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