AFP

El presidente keniano
Uhuru Kenyatta y su homólogo gabonés Ali Bongo Ondimba prendieron fuego el sábado
a 105 toneladas de marfil
keniano en el parque
nacional de Nairobi, la mayor cantidad de «oro blanco» jamás
incinerada en una sola vez, constató un periodista de AFP.

«Nadie,
repito, nadie tiene que comerciar con marfil, pues este comercio es sinónimo de
muerte para nuestros elefantes y de muerte para nuestro patrimonio
natural», declaró Kenyatta durante la ceremonia de incineración. 

Este acontecimiento
público persigue promover la lucha contra la caza furtiva,
que
en África diezma a la población de elefantes, y reclamar una prohibición
internacional total del comercio de marfil.

El
país cuenta con una larga tradición en estas cremaciones de marfil y ha hecho
que este tipo de actos simbólicos se celebren a menudo en otros países. Pero
hasta ahora no había organizado una cremación de esta magnitud.

Cada
año, cerca de 30.000 elefantes son
abatidos por los cazadores furtivos para recuperar sus colmillos
. Las
consecuencias de estos actos criminales son dramáticas: si se suman las muertes
a manos de los cazadores y las muertes naturales la cifra es superior al índice
de reproducción de la especie.

1.000 euros por kilo

Con
este acto simbólico sin precedentes, Kenia quiere enviar un mensaje
«claro», el mismo que lleva proclamando desde hace tiempo: el marfil sólo tiene valor cuando se
encuentra en un elefante vivo.

El
viernes, el famoso paleoantropólogo Richard Leakey, que dirige el servicio
keniano de la fauna (KWS), hizo un llamamiento a los países de África austral
para que se desprendan de sus reservas de marfil.

«Mientras
tengan estas reservas, sugerirán que hay un nuevo mercado en el futuro»,
advirtió.

El tráfico de marfil,
cuyo comercio está prohibido desde 1989, se apoya sobre todo en la demanda
asiática,
en especial de China, donde
el kilo de marfil se paga a unos 1.000 euros.

Por su parte, China endureció recientemente su legislación respecto a las
importaciones de marfil,
pero permite revender el «oro blanco»
adquirido antes de la prohibición internacional de 1989. Según los defensores
de los elefantes, este comercio legal sirve para ocultar importaciones
clandestinas.




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