EFE

Rostros demudados, gestos de incomprensión y un
aire general de desolación describen el paisaje que se vio hoy en el
mítico Club Habana, donde las FARC esperaban brindar por la paz tras
haberla gestado durante cuatro años de duras negociaciones con el
Gobierno colombiano.

Los guerrilleros, encabezados por su
líder, Timochenko, habían citado a la prensa para acompañarlos durante
el escrutinio de los resultados del plebiscito en el que sus
compatriotas votaron hoy sobre el acuerdo de paz alcanzado en agosto y
rubricado días atrás.

Llegaron sonrientes, anticipando una
victoria del «sí» que habría abierto para ellos las puertas a la vida
civil y a la democracia, y cerrado décadas de conflicto armado coronadas
por cuatro años de diálogos en Cuba para ponerle fin.

Termos
de café, infusiones, bocaditos y una gran pantalla para seguir los
resultados de la votación esperaban a la delegación negociadora de las
FARC en una sala para fumadores del célebre Club habanero, donde pronto
el ambiente se llenó del humo denso y dulzón de los cigarros cubanos.

El jefe negociador de la guerrilla en los diálogos de paz de La
Habana, Luciano Marín, alias «Iván Márquez», confesó a Efe su total
convencimiento de que el «Sí» lograría «una victoria aplastante».

Con un ojo puesto en la gran pantalla de plasma que emitía un
programa especial sobre el referendo, Márquez afirmó que a él y sus
compañeros no les causaba «ninguna nostalgia» no haber podido participar
hoy en el plebiscito -debido a que apenas acaban de recibir sus cédulas
de identidad tras décadas en la insurgencia.

Pero el humo de
la sala se fue disipando y los puros se fueron apagando, olvidados
sobre los ceniceros, a medida que el recuento avanzaba y el «No» se
consolidaba como vencedor por un estrecho margen.

Todas las
miradas comenzaron a centrarse en Timochenko, quien ataviado con una
camisa azul celeste y con rostro inescrutable y concentrado seguía los
resultados desde un sillón.

Junto al líder guerrillero, una
mesa con tazas vacías de café y un ejemplar de un semanario colombiano
en el que se les veía a él y al presidente colombiano, Juan Manuel
Santos, durante la firma de los acuerdos de paz el pasado lunes en
Cartagena de Indias.

Solo seis días después, los semblantes de
incredulidad primero y de tristeza después se propagaron por los
rostros de los miembros de las FARC que este domingo pensaron que
brindarían por la paz en La Habana, la misma ciudad en la que han vivido
durante los últimos cuatro años mientras negociaban el acuerdo final de
paz con el Gobierno colombiano.

La guerrilla ya había manifestado cierta preocupación por que las lluvias en algunas zonas de Colombia, donde se sienten los coletazos finales del huracán Matthew, hicieran disminuir la participación en la consulta.

Pero los alientos contenidos, las miradas de reojo y el silencio
tenso que se fue apoderando de la sala, solo roto por murmullos y el
sonido de la televisión, revelaban que las FARC no esperaban ni de lejos
este jarro de agua fría.

Cuando lo avanzado del recuento
hacía ya imposible que se revirtiera el resultado a favor del «Sí», una
integrante de la delegación de las FARC pidió a la prensa que abandonara
la sala, para que el grupo pudiera reunirse a puerta cerrada y perfilar
una declaración oficial que nunca habrían querido hacer.

«¡Viva la paz para Colombia!», gritó el guerrillero alias «Jesús Santrich», coreado por sus compañeros.


Media hora después, volvieron a abrirse las puertas y Timochenko
reafirmó el compromiso de las FARC con la paz y con la palabra como
única arma para lograrlo.

Con la noticia de que el presidente
Santos enviará mañana mismo a su equipo negociador a La Habana para
mantener informada a la guerrilla sobre el resultado del diálogo
político que quiere abrir tras el resultado fallido del plebiscito,
quedó claro que la capital cubana seguirá, de momento, teniendo un
importante papel en el futuro de Colombia. 




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