AFP

De pie en la parte de atrás de una camioneta, Manny
Pacquiao saborea una ovación mientras reparte caramelos, camisetas y apretones
de manos entre la muchedumbre. Para esta leyenda del boxeo, las senatoriales filipinas
son su combate más sencillo.

Nadie pone en duda en Filipinas su victoria
en las elecciones del 9 de mayo, después de sus dos mandatos en la cámara baja
del Parlamento, y sobre todo la inmensa popularidad de este deportista de
origen humilde, uno de los mejores pagados del mundo,

Y él todavía menos. Por eso se ha permitido
el lujo de esperar hasta esta semana para lanzar la campaña, cuando otros ya
llevan meses de mítines.

Antes de concentrarse en la política, el
octacampeón del mundo tenía que terminar con el cuadrilátero. Lo hizo por todo
lo alto, ganando el 9 de abril en Las Vegas el último combate de su dilatada
carrera contra el estadounidense Tim Bradley.

Los sondeos muestran que Emmanuel
«Manny» Pacquiao tiene prácticamente asegurado uno de los 12 puestos
de senadores (sobre 24) que se disputan el 9 de mayo, lo que explica que no
tenga que esforzarse por convencer a los escépticos.

«Me siento feliz de hacer campaña. Hay
tanta gente que me anima», declaró a la AFP.

Aunque corren rumores sobre una vuelta a los
rings para medirse a su gran rival Floyd Mayweather, él asegura que ya no
piensa en el boxeo. 
«Ahora soy un político a tiempo
completo», explica Pacquiao, criticado con frecuencia por su absentismo en
el parlamento durante sus dos mandatos.

«Todavía recuerdo cuando me lancé en el
boxeo e hice cuanto pude por ser campeón. Ahora siento lo mismo». Su aura se empañó en febrero, cuando dijo
que los homosexuales eran «peores que los animales». Pero sus
palabras sólo tuvieron repercusión en el extranjero, en su tierra sigue siendo
tan popular como antes.

El jueves, en la ciudad filipina de San
Pablo, al sur de Manila, la gente se disputaba un apretón de manos o un selfi
con el campeón.

«Pacman», como se le conoce, nació
en 1978 en el seno de una familia pobre. Hubo un tiempo en el que vendía
buñuelos en la calle y se dedicó al boxeo para salir de la miseria.

Desde su punto de vista, su trayectoria será
muy útil para ayudar a los pobres, por ejemplo subiendo el salario de los profesores,
dando becas a los estudiantes con pocos medios y subvenciones a los campesinos.»Le digo a la gente que no pierda la
esperanza porque su vida no es peor de lo que era la nuestra. No teníamos casa,
ni tierras y a veces ni siquiera comida», explica.

«Sé lo que es dormir en la calle»,
añade el boxeador, que según Forbes ganó 147 millones de euros en 2015.

En San Pablo su discurso convence. «Espero que dé perspectivas a los que
no tienen diplomas», afirma Jessica Bautista, un ama de casa de 29 años. Su marido Julius, conductor de tuk-tuk
(motocicleta de tres ruedas) también es partidario de él. «Es tan rico que
no necesita ser corrupto», asegura.

A los que dicen que no tiene la formación
necesaria ni resultados políticos para ser un buen senador, Pacquiao les
responde con su trayectoria de hombre hecho a sí mismo.

«Dios me ha permitido subir de la nada
para convertirme en alguien», declara el campeón, que aspira a ser
presidente del país algún día.




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