Luis Alejandro Borrero/ @LABC7 / lborrero@el-carabobeno.com

En la calle la gente todavía le pregunta a Beatriz Rojas: “¿Y El Carabobeño ya no sale más?”. A Dayrí Blanco le pasa igual. Muchos no lo asimilan. Y para los periodistas es un estoicismo diario. Ellos quieren de vuelta el papel por el cual el Diario Del Centro no circula desde el 17 de marzo.

El sonido de las teclas es más escaso en la redacción. Parte de la crisis de la que muchos ya no son parte. Para quienes siguen, no hay otro motor que la convicción, dice Dayrí. “¿Y para dónde me voy a ir?, si aquí escribo como quiera. La gente que aquí me lee no lo haría igual en otro lado”, matiza la titular de la fuente de economía de El Carabobeño, El Diario Del Centro (DDC) desde el 16 de julio de 2014.

La esencia se mantiene. Blanco está agradecida más allá del premio que recién le fue otorgado. Fue reconocida con la mención de periodismo impreso de los premios regionales de periodismo en Carabobo. Pero ella ya no escribe en un periódico, sino en un portal web: El Carabobeño. Que sus colegas sigan viendo al octogenario medio como un periódico es, para la periodista, motivo de gratitud. Es el reconocimiento del gremio a la vigencia, a la permanencia de una idea que pronto debe volver.

Está claro: El Carabobeño no recibirá papel. Al menos no con este Gobierno, dice Blanco, quien con sus reportajes ha retratado la crisis en números. Ha visto cómo las importaciones continúan para medios con líneas editoriales genuflexas ante el Gobierno. Por eso para ella es un orgullo seguir informando, aunque sea desde una pantalla y no desde la tinta. El Ejecutivo decidió no vender más papel a El Carabobeño por razones políticas, reafirma.

Es verdad: el papel no es indispensable para contar una historia. Medios como El País de España o The Independent del Reino Unido abandonaron la edición impresa. Lo hicieron porque concluyen que lo digital es más rentable. Pero Venezuela no es Europa. Blanco dice que la cultura del pago por los contenidos digitales no existe. Y han debido ser los lectores, y no el Gobierno, el que decidiera si El Carabobeño se imprimía o no.

Las oportunidades surgen de la crisis, dice Sara Pacheco. Ella es un alevín del oficio. Y lo aprende en las comunidades, fuente que cubre para el diario que fundó Eladio Alemán Sucre hace 82 años. La transición hacia la web ha sido áspera, cuanto menos, reflexiona. Sabe que queda mucho por hacer para que El Carabobeño en digital tenga el mismo impacto. Pero está dispuesta a aportar lo que pueda en el camino.

Es posible que el próximo folio de Saúl Zerpa no tenga una primera página impresa. El fotoperiodista no se inquieta. Quizá sean los links la muestra de su trabajo. Y para él eso está bien. “Con el papel, uno tenía el límite de la impresión diaria. Con la web te lee y ve gente que ni siquiera imaginabas”. Aún así también intercede porque vuelva la edición impresa.

Heberlizeth González sabe que sus hijos, a diferencia de ella, no les pedirán la edición del Suplemento Infantil en la guardería. Su práctica de lectura y escritura será otra, desde las pantallas de una tableta o un teléfono inteligente. Es parte del cambio generacional, supone. Ella admite que el portal web le abre un abanico de posibilidades a cómo contar una historia. Y El Carabobeño sigue siendo pionero en ello.

Le pasó el otro día. Estaba en la morgue del hospital central, pues González cubre la fuente de sucesos. Había notado que desde hace días la basura se acumulaba en las partes exteriores del centro de salud. Un compañero de otro medio se le acercó con fotos de las zonas internas repletas de basura. “Me dijo: toma estas fotos tú, porque a mi no me las van a publicar”.

La censura reina en las salas de redacción de la región. Según el Instituto de Prensa y Sociedad, 24% de los periodistas sufren presiones por parte del medio. Son cosas que Blanco no está dispuesta a negociar, dice. “No se trata de romanticismos. Es la verdad. Quienes aquí quedamos lo hacemos por compromiso”.

El Diario del Centro seguirá siendo una piedra en el zapato. Un contrapoder. Para el Gobierno de Ameliach, Maduro, o los que vengan. “No van a poder callarnos”, dijo González. A los lectores pide una sola cosa: “Que no nos abandonen”.




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