Alfredo S. Flores / @alfredoflores96

Cada día el rostro de las personas se torna más cargado de malestar. En las largas colas que se hacen en los mercados del área metropolitana de Valencia los ciudadanos manifiestan su descontento abiertamente. El gran culpable según la mayoría es el Gobierno nacional. Son muchos los que consideran que las políticas aplicadas por Nicolás Maduro son las responsables de que su nivel de vida haya decaído.

Aura Pérez tiene 80 años, es viuda y depende de la pensión y la jubilación que le dejó su esposo, y aunque confiesa que sus hijos la ayudan admite que tiene que valerse por sí misma para hacer mercado, pues las regulaciones no permiten que algún familiar le colabore suficiente como para depender de eso para sustentarse.

Pese a que siempre adquiere sus alimentos por la fila preferencial, asegura que siente temor, pues lo que para el momento acababa de ocurrir le aceleró el corazón. Un grupo de personas molestas se avalanzó hacia la entrada del Centro Comercial Profesional La Campiña. Los efectivos de la Guardia Nacional y la milicia tuvieron que correr a bajar la santamaría. Muchos de los que hicieron parte de aquel intento de amotinamiento reclamaban que había personas que se estaban saltando la fila, pero al fondo se escuchaba una voz que describía un sentir que era evidente: «Tenemos hambre».

Escasez en aumento

Este sábado en las colas los ciudadanos declaraban que hay productos que no consiguen desde hace meses. Insisten en que la leche, el café y la azúcar están desaparecidas de los anaqueles, mientras que aseguran que cada vez se hace más difícil conseguir harina de maíz, harina de trigo, arroz y pasta.

En una cola frente al Centro Comercial Profesional de la avenida Bolivar, un ciudadano a viva voz comentaba que durante gobiernos anteriores al del fallecido presidente Hugo Chávez, no se veía lo que ocurre hoy en día. «En el Gobierno de Lusinchi y en el de Caldera cuando uno no conseguía algún producto uno no se preocupaba, porque a la otra semana aparecía», fustigaba.

Otro grupo de jóvenes cuyo uniforme corroboraba que laboraban en una empresa, se lamentaban que tuvieran que estar perdiendo tiempo productivo en hacer cola. Opinaron que para los venezolanos es imposible descansar.

Las colas cada vez aumentan, ver grandes multitudes frente a los abastos se volvió normal, mientras el descontento de los ciudadanos parece aumentar con el tamaño de las filas. Dicen estar cansados, y su exigencia es de un pronto cambio en la dirección del país.




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