AFP

Hubo quien quedó paralizado, otro que lloró y quienes recorrieron de nuevo el camino tomado aquella noche para escapar de los yihadistas en la sala de conciertos parisina Bataclan; meses después los sobrevivientes han regresado a los lugares del atentado del 13 de noviembre de 2015. 

«Dejé un Bataclan monstruo sanguinario con colmillos que trataban de comerme», recuerda la vicepresidenta de la asociación de víctimas Life for Paris, Caroline Langlade. «Y, al final, era sólo una sala con paredes donde sucedió algo trágico. No es el edificio que es trágico», continúa. 

En su recuerdo las escaleras que había subido para refugiarse en los camarines tenían forma de caracol y eran de madera. Durante la visita, se da cuenta de que son «como siempre han sido: rectas y de hormigón». 

Junto con otra organización de víctimas, la asociación de Langlade organiza desde marzo «momentos de recogimiento, confidenciales e íntimos» para los sobrevivientes del ataque perpetrado por el comando yihadista que entró en el Bataclan durante el concierto del grupo estadounidense Eagles of Death Metal. 

En la primera sesión, a principios de marzo, participaron cerca de 130 personas. La segunda, a principios de octubre, reunió 260. Algunos vinieron desde lejos: Estados Unidos, Holanda, Escocia o España. 

El 13 de noviembre, 90 espectadores fueron masacrados por tres yihadistas durante una toma de rehenes interminable, mientras que otros dos comandos sembraban la muerte en otras partes de París y en el Estadio de Francia (Saint-Denis). En total, 130 personas fueron asesinadas en los peores atentados jamás cometidos en Francia.

«La salida de emergencia estaba a siete metros, pero en mis recuerdos me parecía una distancia infinita», cuenta Maureen, de 28 años, que necesitaba «recuperar la posesión del lugar». «Estoy volviendo, nadie me lo impuso, y esto es una forma de victoria sobre lo que vivimos aquel día», afirma. 

Según una organizadora, «algunos incluso se acostaron en el ‘foso’ de la sala, se arrastraron y rehicieron el camino recorrido, se colocaron allí donde se habían escondido». 

Esta recuperación del espacio tiene un «efecto tranquilizador», constata Florence Deloche-Gaudez, de la célula de urgencias médico-psicológicas, presente en cada visita. Ello «pudo hacerles revivir el momento, volver a sentir las sensaciones: los ruidos, los olores, las imágenes, el miedo… Algunos se paralizaron, otros iban y venían y rehacían el camino recorrido».

Pero, según explica, los sobrevivientes «pudieron prepararse» y estaban acompañados por psicólogos. También «podían intercambiar con otras víctimas presentes», en particular «con agentes de seguridad del Bataclan que respondían a sus preguntas», cuenta Deloche-Gaudez.

Reconstruir lo vivido 

Considera que «para ellos, que vivieron una experiencia real de muerte, esto los ayuda a salir de la impotencia y a atenuar el trauma». Algunos «en señal de duelo querían colocarse en el mismo lugar en el que murió su familiar».

Desde enero, algunas víctimas expresaron el deseo de volver al Bataclan. Un pedido al que respondieron las asociaciones de víctimas, en total discreción. Por grupos de cinco o seis, las víctimas o familiares de personas fallecidas pudieron ingresar en la sala aún en obras de restauración. En el lugar, hay una decena de psicólogos y bomberos, y víctimas que a veces se quedan «hasta una hora», explican desde Life for Paris.

Algunas velas, cartas o flores son depositadas en el lugar. Desde el Bataclan, que reabrirá en noviembre, cuentan que «trataron de respetar los diferentes pedidos de las víctimas y de responder ni bien era posible». 

Algunos tenían dudas sobre el efecto de este regreso. «Cuando se hace algo así, no se sabe para nada lo que va a pasar. Al salir, me sentí más serena… Puede parecer macabro, pero la reconstrucción ayuda» a recuperarse, reconoce Maureen.

Deloche-Gaudez recuerda también a «todos aquellos que no podían o no querían venir», «a los que dicen ‘no volveré a pisar el Bataclan, para mí es un cementerio, una tumba'».

Están también los que prefieren otras circunstancias, como Anthony, de 37 años: «al Bataclan quiero volver para ver conciertos y, sobre todo, no estar rodeado de víctimas. Cada cual lo vive a su manera». 

Después de los atentados, algunas víctimas habían tomado la costumbre de acercarse diariamente al Bataclan para recogerse. Transeúntes, turistas y vecinos también llegan como pelegrinos delante de la sala y dejan flores, velas, dibujos, peluches y mensajes sobre la acera.




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