(Foto AFP)

Los cubanos cerraron este domingo una etapa de sus vidas con el entierro en Santiago de Cuba del líder de la Revolución, Fidel Castro, aunque algunos ya decidieron pasar página desde el momento de la noticia de su muerte y se han mantenido al margen de los homenajes al fallecido expresidente.

«He vivido toda esta euforia» sobre la figura de Fidel «como una extranjera en mi propio país», resume a Efe Albertina, de 40 años y trabajadora por cuenta propia, sobre un sentimiento experimentado por otros cubanos estos días, aunque han sido una minoría frente a las despedidas masivas al comandante a lo largo de toda la isla.

Y eso «no quiere decir que no lo sienta, era una persona al fin y al cabo, muy querida, pero que a mí ni fu ni fa, aunque pueda parecer un sacrilegio para muchos», puntualiza.

Albertina remarca que Castro «ya estaba viejito y no se le veía desde hace tiempo», y agregó que su muerte, ocurrida el 25 de noviembre a los 90 años, no la ha vivido como en 2006, «cuando sí causó conmoción» su renuncia a causa de una grave enfermedad y el traspaso del poder a su hermano Raúl.

Escritora de 31 años, Ana cuenta que no lloró ni se rasgó las vestiduras cuando se enteró de la muerte de Castro.

Tampoco fue a la Plaza de la Revolución de La Habana al multitudinario homenaje celebrado el martes ni salió a la calle al día siguiente para ver partir de la capital la caravana con las cenizas de Fidel hacia Santiago de Cuba, donde desde hoy descansan en el cementerio de Santa Ifigenia.

«Me siento un bicho raro dentro de tanta muestra de dolor», admite Ana. «Pero no puedo demostrar algo que no siento. Me pueden llamar malagradecida, pero no puedo llorar por alguien al que ya no siento cercano», añade.

Ana se declara sorprendida por la «tranquilidad» con la que está viviendo este momento histórico, «después del choque inicial».

Y recuerda que ella fue «uno de los niños del Periodo Especial», como se conoce al colapso económico de la isla tras la caída del bloque soviético, «de las que lo vio todavía cuando era Fidel, no un viejito que salía de vez en cuando en fotos y a veces en la televisión» tras su retirada del poder en 2006.

Desde la muerte de Castro, en la mayoría de los hogares cubanos la televisión estatal está puesta ininterrumpidamente, con imágenes del recorrido de la caravana fúnebre, entrevistas y todo tipo de tributos al líder revolucionario.

Pero Pedro, de 35 años, explica que él «ha mantenido apagada la televisión durante todos estos días» y se ha gastado «bastante dinero comprando series y películas» de los paquetes de contenidos pirateados que se venden por las calles.

«No me interesa nada de lo que ponen (en la televisión estatal). Solo quiero que todo vuelva a la normalidad, si eso es posible a partir de ahora en Cuba», indica Pedro.

Nelkis, de 19 años, dice a Efe que sí ha visto «todo» por la televisión junto a su madre, pero no quisieron ir a la Plaza de la Revolución al homenaje del martes porque «había demasiada gente».

La muerte de Fidel «es triste», pero «por favor, pasemos ya la página», pide esta joven a continuación.

Incluso los que han querido mantenerse al margen de los homenajes póstumos a Fidel no han podido ignorar las restricciones impuestas por el Gobierno cubano debido a los nueve días de luto oficial, entre ellas la ley seca o la ausencia de música, y que estarán vigentes hasta la medianoche de hoy.

«A mí lo que me molesta es lo de la ley seca. Lo de la música lo entiendo, pero ¿que tiene de malo tomar?», se pregunta Yusnier.

Pero, más allá de la falta de alcohol y música, ni siquiera los más desapegados hacia la figura de Fidel pueden evitar escuchar su nombre en cada conversación de cada rincón de Cuba.




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