En estos días, un amigo que vive en México viajó a Venezuela para completar unos trámites y visitar a la familia. A su regreso, y como era de esperarse, contó historias sobre la escasez, los precios, las colas y el toque de queda que imponen los malandros, en un país que hace 20 años era relativamente normal. La miseria de los CLAP lo impresionó, no solo por su mezquindad e ineficiencia, sino por la ansiedad y hasta ilusión, que es lo peor de los que esperan una bolsita con harina, aceite y arroz para pasar la quincena. Una señora después de confesarle que coma una vez al día le llegó a decir que estaba muy agradecida con el coordinador chavista de su cuadra porque le avisaba la llegada de las migajas que distribuye el régimen.

le llamó la atención fue la resignación y la apatía de la gente

Al final, lo que más le llamó la atención fue la resignación y la apatía de la gente. Como ejemplo, me contó que, harto de una cola que le tocó en un banco, se puso a protestar en voz alta y a criticar la situación del país. Como única respuesta, un señor le dijo que no se quejara tanto y que hiciera su cola en paz. El resto de los presentes no dijo nada; apenas le dedicaron unas miradas, y vuelta a las preocupaciones de llegar al final del día.

Las penurias no cesan para los venezolanos, pero en la misma medida en que escasea lo más elemental parece que se apagan las ganas de buscarle salida al desastre. Los regímenes totalitarios, como el chavista, no solo buscan poder y privilegios sino adueñarse de la gente y de su alma; hasta que lleguen a amar al gran hermano, como la señora de los CLAP. Los tiranos saben que la supervivencia no se anda con exquisiteces, y son extremadamente hábiles y eficaces para dominar al soberano. Dentro de los planes de la patria rojita, el principal objetivo no es el comunismo sino humillar y quebrarle la voluntad a la gente. Cuanto más baja la autoestima de los gobernados, más fácil la tarea de gobernar.

Para imponer el miedo y la desesperanza hay asesores muy refinados y competentes, con un linaje que se remonta a los gobiernos más perversos que han pisado el planeta. Y el chavismo los obedece sin chistar, porque sabe que depende de su tecnología para mantenerse en el poder. Con un adversario tan hábil y despiadado, el camino que le queda a la oposición venezolana es cuesta arriba. Tienen que hacer política de verdad, a ver si levantan a la gente de su abulia. O dedicarse a la poesía y dejarle el camino a otros.




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