La caída de Alepo no marcará el fin de la guerra en Siria, pero el régimen de Damasco y sus aliados ruso e iraní parecen capaces de imponerse a corto plazo a los países que apoyan a la oposición.

Testigos impotentes de la agonía de Alepo desde hace semanas, diez países de la alianza internacional que interviene en Siria, entre ellos Estados Unidos, Francia, Turquía y Arabia Saudí, se reunieron el sábado en París para abordar la «trágica» situación de la segunda ciudad de este país en guerra.

Pero la reunión concluyó con una sensación de impotencia; el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, llegaba a implorar «compasión» a Damasco y Moscú.

Hasta ahora, todos los llamamientos de la comunidad internacional para poner fin a la masacre en curso han fracasado, y todos los anuncios de negociaciones entre rusos y estadounidenses para lograr un alto el fuego han concluido sin acuerdo.

La ciudad ya se encuentra prácticamente en su totalidad en manos del régimen, que controla el 85% de los barrios que estuvieron en poder de los rebeldes desde 2012 hasta el inicio de la ofensiva el 15 de noviembre.

«Toda la idea de la operación es hacer como en la segunda guerra de  Chechenia (1999-2000): aplastar la rebelión, mostrarles que no tienen nada que hacer contra las armas rusas. Así que los rebeldes (sólo) pueden rendirse, huir o pasarse al bando de Al Asad», resume el experto militar ruso independiente Pavel Felguenhauer.

Siria Útil

La comunidad internacional parece haber asumido la caída de Alepo, así como la reconquista por parte del régimen de la «Siria útil», el oeste del país de Alepo a Damasco, pasando por la provincia central de Homs y la región costera de Lataquia.

«Se está perfilando la división de Siria», advertía recientemente el ministro de Exteriores francés, Jean-Marc Ayrault. Mientras, numerosos expertos consideran que, tras Alepo, Moscú y Damasco concentrarán sus esfuerzos en la provincia de Idleb (noroeste), aún en manos de los insurgentes.

«Hay un reparto de facto de Siria: los rusos al oeste y los occidentales de la coalición antiyihadista al este», explica bajo condición de anonimato un diplomático europeo, para quien Moscú tiene todo el interés en dejar que los occidentales se ocupen del «atolladero» en que se han convertido las zonas controladas por el grupo Estado Islámico (EI).

Pero aunque se encuentren en una posición de fuerza mayor que nunca desde el inicio del conflicto en 2011, Damasco y sus aliados no han ganado la guerra, repiten dirigentes y diplomáticos, para quienes «no se puede hablar de victoria al precio de 300.000 muertos y millones de refugiados».

E insisten en la necesidad de una «solución política creíble» para conseguir la paz en Siria, aunque en la situación actual tienen poco margen de maniobra para imponerse.

Una falsa paz

«No vamos a fingir que la oposición moderada tiene el viento en popa», reconocía un diplomático francés. Pese a ello, esa oposición dirigida por un desertor exprimer ministro de Bashar Al Asad, Riad Hijab, «es la única que tiene un proyecto y encarna una transición política creíble»,  considera esta fuente.

Pero ni Damasco ni Moscú le han concedido nunca la menor legitimidad.

A los occidentales solo les queda hacer presión desde el punto de vista financiero: Siria es un país devastado por cinco años de guerra, con su economía y sus infraestructuras hechas trizas.

«Se habla de reconstrucción, pero no vamos a financiar una Siria controlada por Al Asad. No pagaremos por los rusos, no pagaremos por una falsa paz», asegura el diplomático.

Pero para el experto ruso Pavel Felghenhauer, «todo el mundo ha entendido que donde está Putin hay victorias. Y en Oriente Medio, todos van a hacer fila para hacerse amigo de Rusia. Todo el mundo sabe qu Asad debería haber acabado ahorcado desde hace mucho tiempo. Pero apostó por Rusia y ganó».




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