Hablemos de populistas y demagogos en tiempo real, y con palabras directas. Un problema tradicional y presente en los autócratas, en demagogos y populistas, es el activo detonante de rencor, de odio, violencia, represión y fascismo, que canaliza sus conductas. A estas condiciones se suman las mentiras repetidas elaboradas a diario, con frialdad y descarado cinismo. Ante estas conductas, tanto en las individuales como en las colectivas, se presenta siempre el atractivo para que participen los aduladores incondicionales y los colaboradores (partisanos), con un fondo de emociones “recalentadas” e incitaciones mutuas.
El odio y la violencia, abiertas o soterradas, son recursos apetecidos
El objetivo central de este oportunismo es destacarse y hacerse notorios, para que quede claro quiénes son los más fieles y entregados a los líderes, y quiénes se desempeñan mejor en movilizar gente e ideas hacia esos liderazgos. El odio y la violencia, abiertas o soterradas, son recursos apetecidos en la lucha para mantener el poder de los autócratas, populistas y demagogos.
Al analizar el liderazgo fascista, los ingredientes demagógicos y populistas son fáciles de identificar. Un hecho conocido de autocracia y fascismo es el desconocimiento, de hecho, del principio democrático de independencia del poder judicial, y de los poderes del Estado. Los autócratas promueven la represión y privación de libertades a quienes muestren posiciones contrarias, no convenientes a los intereses ideológicos y de poder de los líderes y figuras administradoras.
Son tradicionales las amenazas ante las dudas por probables triunfos electorales de los opositores. Un ejemplo es la divulgación de no aceptar resultados electorales negativos que favorezcan a los contrarios. También son directas las sugerencias de “alzamientos populares” y la aparición de grupos armados de partidarios.
Además, como las cosas deben quedar claras y “normalizadas” ante opositores, ante otros observadores, y ante la opinión pública, los métodos violentos se acompañan con justificaciones populistas bien razonadas, con análisis engañosos y argumentos de fuerte índole constitucional, hábilmente manejados, y presentados como respuestas políticas racionales, y acordes con la justicia.
Es la reactivación de los viejos, pero muy efectivos trucos, de todo demagogo fascista, adoptados sin dudas contra cualquier enemigo ocasional o tradicional. Sea contra el enemigo en forma de comunismo o de capitalismo, sea que los usare un Hitler, un Franco o un Mussolini, sea de los preferidos por los populistas de la América Latina, sea contra el máximo sindicalista de algún país, de cualquier parte del mundo: “Confíen en mí, porque solo yo puedo salvarles en este momento trágico”, dirá el populista de turno. “Amo a los que no tienen educación, amo a los pobres, amo a los trabajadores, y a los humildes patriotas de esta nación”,… algo así llegó a decir Donald Trump en su campaña por la presidencia de los Estados Unidos, en el año 2016.