La incertidumbre es el sentimiento que comparten los trabajadores.( Foto Dayrí Blanco)

En los galpones de Ford Motor de Venezuela gobierna el silencio. Las máquinas que marcaron el ritmo de la productividad en la región están apagadas. La planta que más vehículos ensambló durante 2016 en el país, podría no encender sus líneas de producción este año al no contar con mecanismos económicos para la importación de materia prima.

Sus trabajadores están preocupados. Solo 5% de la nómina se mantiene en la empresa en labores administrativas. Jonathan Lugo es uno de los que aún va con frecuencia, lo hace para cumplir funciones como secretario de finanzas del sindicato, un cargo nada sencillo en medio de una crisis que tiene al personal de producción en suspensión laboral cobrando sueldo básico de cinco mil bolívares semanales.

El plan de comercialización dual que permite a los dueños de concesionarios aportar sus dólares para la importación de las piezas de ensamblaje, y la venta de los vehículos en divisa extranjera no funcionó. El Ejecutivo le aprobó la propuesta a la gerencia de Ford en enero de 2015 y firmó el mismo convenio con el resto de las cuatro ensambladoras instaladas en el país (General Motor Venezolana, FCA-Chrysler, Toyota y Mitsubishi), pero las unidades manufacturadas bajo ese esquema siguen en las exhibiciones. El poder adquisitivo de los venezolanos no soporta esos precios. Aún así, fue lo que le permitió a Ford armar al menos dos mil 257 vehículos en 2017  que representan 6,45% de su capacidad de 35 mil al año.

Tampoco se realizó el proceso de ensamblaje de 10 mil camiones, planificado para iniciar el 16 de enero y que serían exportados a México, Colombia y Bolivia. Fue un cronograma que activaría a todo el personal de manufactura, pero que fue suspendido. Se desconocen los motivos, según informó Eliécer Cohen, secretario general del sindicato.

No hay nada claro para los trabajadores. Con un sueldo que no es incrementado desde hace más de un año; la negativa del inicio de la discusión de la convención colectiva, vencida desde octubre; sin proyectos de producción para este año; y una oferta de retiro de integrantes de la nómina que acepten 10 millones de bolívares más el doble de lo que le corresponde como liquidación, las expectativas son negativas.

La incertidumbre es el sentimiento que comparten los trabajadores. “No sabemos hacia dónde va la industria automotriz”, advirtió Lugo. Ellos lo han hecho todo. Recientemente se reunieron con el ministro del Trabajo, Francisco Torrealba, “pero no hemos tenido respuestas de nada”. Lo único que han recibido desde el Gobierno es el incremento de la importaciones de unidades ya ensambladas en detrimento de la producción nacional.

Aún quedan mil 600 personas que quieren seguir vistiendo el uniforme de Ford. “Aquí estamos nosotros, los trabajadores de esta patria, listos para producir y reactivar la economía. No nos importa la política, pero necesitamos que el Ejecutivo haga algo para que volvamos a tener las plantas operativas”, dijo Lugo junto a un importante grupo de compañeros que decidieron romper el silencio que gobierna en la planta. Solo esperan que esta vez sí sean escuchados.




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