(Foto Sául Zerpa)

Fue una reunión a puerta cerrada. Solo un pequeño grupo de médicos y personal administrativo del hospital Rafael González Plaza tuvo acceso al salón de conferencias del segundo piso. El clima era de  extrema tensión. Representantes de la Fundación Instituto Carabobeño para la Salud (Insalud) realizaban una inspección en el centro especializado en afecciones de vías respiratorias, pionero -y único- en Carabobo. En el cuarto retumbaba la madera de una mesa, cuenta una persona que logró colarse en el cónclave. El golpeteo era intimidante.

En 2016 el hospital enfrenta un cierre técnico por crisis de insumos. El sonido provenía del puño de Raúl Falcón. Era la segunda vez que el presidente de Insalud visitaba el González Plaza. Golpeaba el mesón para drenar la inconformidad que venía, quizá, de la impotencia de sentirse incapaz de resolver la crisis. Reprendió al personal que tenía meses quejándose ante su organismo. Las carencias le llovían. “Plata no hay”, repetía como respuesta. “Aquí vamos a ver qué hacen”. En esa reunión a Falcón se le entregó un documento alarmante: hubo un repunte de tuberculosis en Carabobo.

En el primer semestre del año se diagnosticaron 174 casos positivos de tuberculosis

Un documento al que El Carabobeño tuvo acceso muestra que la estadística del González Plaza va en aumento. En el primer semestre del año se diagnosticaron 174 casos positivos de tuberculosis. El 14 de julio fue entregado el informe ante Insalud y su coordinadora regional del programa de tuberculosis, Zaida Miranda. “Tuvimos un aumento de al menos 10% respecto con años anteriores, sobre todo porque no todos los diagnosticados estaban siendo tratados”.

El semestre siguiente mantiene la tendencia, que es poco usual, de otras épocas, explica la fuente. Entre el 12 y el 29 de septiembre se realizaron 81 baciloscopías, una prueba que determina la existencia de tuberculosis. 18% de las pruebas resultó positiva en un primer análisis. “Todos esos informes se le entregaron a Falcón cuando vino por aquí”. Pero la respuesta no llegó nunca. Al contrario, la desidia se multiplicó.

Venezuela reportó un aumento de 14,56% de casos de tuberculosis a la Organización Mundial de la Salud (OMS). En 2014 hubo seis mil 353 casos notificados, y en 2015 se reportaron siete mil 278. Para 2016 el Gobierno destinó menos de un millón de dólares para el tratamiento de la tuberculosis, según la OMS. 2015 marcó el plazo límite para el cumplimiento de las metas mundiales relativas a la enfermedad causada por una bacteria y que ataca a sistemas inmunodeprimidos. La región de las Américas cumplió la meta. La OMS calcula que la mortalidad descendió 47% desde 1990, pero todavía se necesitan entre mil  300 y mil 400 millones de dólares para la financiación de la lucha contra la enfermedad y la investigación de una cura contra la epidemia mundial.

La debacle del González Plaza inició en 2013. “Teníamos de todo. Hacíamos exámenes y no faltaba nada”. Cuando se profundizó la crisis económica, al centro de salud también se le cortó el flujo de ingresos. “Hoy cruzamos el borde del cierre técnico”, lamenta la fuente.

SERVICIOS PARALIZADOS

No es un término sobreutilizado. Se siente. El frenesí de pacientes esperando consulta o tratamiento no es el mismo. “Hace dos años venías y no cabía la fila de pacientes afuera de los consultorios”. Es viernes, en la sala de espera de emergencia hay 15 sillas, pero solo dos madres con niños en brazos. Los pasillos son desiertos de oscuridad y cuartos donde se cultiva la impaciencia de un personal ávido por trabajar.

Nueve meses tiene paralizado el servicio de anatomía patológica. Un departamento crucial porque allí se hacen las pruebas de laboratorio para despistaje de múltiples enfermedades respiratorias. “Es triste, porque una biopsia en la calle puede costar hasta 50 mil bolívares y aquí hacíamos hasta mil gratis”. Desde hace un mes los salones tienen ocho ventanales rotos luego que el hampa le cayera a piedras para intentar llevarse los aires acondicionados. Pudieron robarse uno de dos. “Falcón nos prometió en esa reunión que iba a mandar a sellar los vidrios al día siguiente. Pero nos quedamos esperando. Tuvimos que tapar los huecos con cartón”.

Hubo dos secuestros masivos en 2016. Ambos en el turno nocturno. Uno el 6 de enero, cuando a residentes y pacientes se les hizo un robo masivo. “La policía de Naguanagua vino tres noches y se quedó luego del robo en enero. A partir de allí no vinieron más”. Las enfermeras tienen que contratar un transporte especial para salir del hospital y no exponerse a la oscura avenida. “Ya a mí me han robado en el autobús en camino para acá”, relató una de ellas.

El servicio de pediatría tiene cuatro meses cerrado. Los médicos renunciaron. Se negaron a seguir trabajando en condiciones tan pobres. “Nos dolió mucho que cerrara pediatría, porque hasta uno mismo llevaba a sus familiares para allá”. No hay insumos ni tratamientos.

En Ginecología la crisis se va superando de a poco. Después de dos meses cerrado arrancó el lunes pasado. Lo hizo a medias. En el González Plaza no se está realizando la bronco firoscopia, que puede decirse, es la prueba por excelencia del hospital. “Con decirte que no tenemos ni tensiómetros. La otra vez vino un paciente y las enfermeras tuvieron que devolverlo porque no podían si quiera saber si tenía la presión arterial alta. Aquí ellas cargan en sus bolsillos sus propios termómetros”.

En Rayos X se le ruega a Dios. “Dura tres meses paralizado y una semana funcionando. Luego vuelve a dañarse por tres meses más”. El laboratorio funciona a 10%, no se están realizando hematologías completas, que son fundamentales para un buen diagnóstico de vías respiratorias. Inmunización también está clausurado. “Acá estamos expuestos a todo, la bioseguridad no existe. Si llegara un caso de difteria seríamos los primeros contagiados”.

 

PADECIMIENTO

Jaimes Ramones se queda sin oxígeno. Luego de una vida expuesto a gases nocivos en una empresa que fabricaba tuercas en Tocuyito, ahora depende de una bombona para vivir. Está diagnosticado con secreción pulmonar severa, cuenta su sobrina, Yuneris Fernández. “No tenemos suficientes cilindros, se nos acaban y se supone que automáticamente deberíamos tener otra bombona para realizar la conexión. No siempre es así”.

“Tuvimos que conectar pacientes a lo poquito que iba quedando de las bombonas de los demás»

Hay seis hombres en la sala de hospitalización de Ramones, quien ya cumple siete semanas en el González Plaza. El fin de semana pasado las bombonas llegaron el viernes y el sábado a mediodía se agotaron. “Tuvimos que conectar pacientes a lo poquito que iba quedando de las bombonas de los demás. Conectábamos un ratico a uno, luego a otro”. Algunos con mucha dificultad, como el tío de Fernández, necesitan hasta una diaria.

Otra opción es buscarlas por fuera. “Las bombonas negras son las que traemos de afuera del hospital”. No todos pueden tener la suerte: hasta 80 mil bolívares cuesta una. “A la paciente que es vecina nuestra le pasó algo muy triste: compró y le vino incompleta”. Tuvo que recurrir a la solidaridad de los otros”.

Un manómetro es una pieza medidora de fluidos necesaria para conectar el oxígeno. No hay suficientes. Un médico neumonólogo comentó a El Carabobeño que tuvo que sacar un manómetro del servicio de pediatría, aprovechando que estaba cerrado, para conectarlo a un paciente. “Es eso, o verlos morir”. Cada manómetro cuesta hasta 50 mil bolívares en casas médicas”.

En el hospital imploran al gobierno de Carabobo que envíe oxígeno. Los pacientes lo piden en forma de bombonas. Los médicos en oportunidades, seguridad y los trabajadores en recursos y dotación de insumos. “El trato humano aquí ha sido muchísimo mejor que en el hospital central, o incluso que en una clínica”, dice Fernández. “Que termine de cerrar este hospital sería condenar a nuestros familiares a la muerte”.

De las 26 camas en el servicio de hombres e igual número en hospitalización de mujeres, hay menos de 10 internados. “Los pacientes ya casi no vienen porque saben que estamos prácticamente cerrados”. La dotación de bombonas, que se hace cada una o dos semanas, alcanzaría mucho menos si las áreas estuvieran repletas, advierte una enfermera. Allí, en el hospital pionero de Carabobo en atención de vías respiratorias, y que este 25 de octubre cumplió 64 años de fundado, cada bocanada de aire es un golpe de suerte.




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