(Foto AFP)

Quebrados en llanto o en silencio, cientos de miles de cubanos desfilaron el lunes por la Plaza de la Revolución, la tribuna que más amó Fidel Castro y desde donde retó muchas veces a Estados Unidos, para rendir homenaje póstumo a su líder.

La peregrinación al corazón político de La Habana donde Castro sedujo a multitudes con sus maratónicos discursos -casi siempre cargados contra el «imperio»-, abrió una semana de tributo al padre de la Revolución cubana, que falleció el viernes a los 90 años.

Para este martes está prevista una ceremonia de masas a la que ya confirmaron su asistencia 25 líderes extranjeros, entre ellos 15 presidentes de América Latina y África.

Mientras los cubanos despedían a Fidel Castro, el mandatario electo de Estados Unidos, Donald Trump, amenazó con poner fin al histórico acercamiento entre Washington y La Habana, adversarios en La Guerra Fría, si no obtenía concesiones de la isla en materia económica y en derechos humanos.

«El pueblo cubano nunca va a ceder un paso atrás. La guía de Fidel es histórica. ¡Trump es un estúpido!, con declarar esas cosas en estos momentos que el pueblo está de luto», dijo furioso Mauricio Paz, un exguerrillero urbano de 76 años.

El malestar con Trump se coló en las largas filas que pacientemente hacían los cubanos de todas las edades, para entrar al memorial José Martí, donde se levantó un sobrio altar de flores blancas con la imagen de un Fidel de barba negra, erguido, con fusil y morral de guerrillero.

«Vengo con toda mi familia al mismo lugar que vine de niño a escucharlo muchas veces y traigo a mis hijos que algún día comprenderán y sabrán que estuvieron aquí a rendirle homenaje a su comandante», dijo Amílcar Ramos, de 33 años.

Este trabajador de una firma extranjera llegó con sus pequeños de 7 y 3 años. Junto a él había médicos, militares y gente del común.

Los cubanos esperaban poder rendir tributo a las cenizas del hombre que gobernó sin concesiones durante 48 años, antes de que una enfermedad lo obligara a ceder el poder en 2006 a su hermano Raúl.

Pero el gobierno, que mantiene en reserva los detalles de la muerte de Fidel Castro, no exhibió los restos.

Hacia el final de la noche, la televisión estatal mostró por primera vez la urna con los restos en el salón Granma del Ministerio de las Fuerzas Armadas. Allí, el presidente Castro rindió homenaje a su hermano en una ceremonia privada junto con los máximos dirigentes del Partido Comunista de Cuba.

Maduro, Nieto y Correa

El homenaje en la Plaza de la Revolución se extenderá hasta el martes. Al día siguiente iniciará una procesión que recorrerá 13 de las 15 provincias, y que concluirá el domingo en Santiago de Cuba, donde se espera sean depositadas las cenizas en el cementerio Santa Ifigenia.

En ese lugar también reposan los restos de José Martí, héroe independentista.

El martes en la noche terminará el homenaje en La Habana con la «ceremonia de masas» que convocó el gobierno dentro del luto nacional de nueve días.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, encabeza la lista de invitados internacionales. También son esperados el boliviano Evo Morales, el ecuatoriano Rafael Correa, el nicaragüense Daniel Ortega, el colombiano Juan Manuel Santos, el panameño Juan Carlos Varela y el mexicano Enrique Peña Nieto.

En Cuba, la diezmada disidencia suspendió cualquier acto de repudio contra el dirigente por respeto al duelo nacional, mientras el exilio en Miami sigue festejando la muerte de Castro.

Daniel Martínez, un cocinero de 33 años, no es opositor pero tampoco planea ir la Plaza de la Revolución. «No tengo nada contra Fidel en lo personal, pero no soy castrista (…). No me gusta este sistema ni con Fidel ni con Raúl, porque aquí nada cambia», expresó.

«Imperio perverso»

El histórico dirigente, que levantó un régimen comunista a menos de 200 km de las costas de Estados Unidos, pronunció su último discurso en la Plaza de la Revolución el 1 de mayo de 2006, dos meses antes de caer gravemente enfermo a raíz de una hemorragia intestinal.

Ese día Fidel, como lo llamaron siempre los cubanos, habló de economía, destacó los logros de la Revolución que inició en 1959, y se refirió a Estados Unidos como un «perverso imperio».

De 72.000 m2, la plaza que desde primeras horas cruzan los cubanos en largas filas, está dominada por el monumento en mármol a José Martí, héroe independentista. Al frente se levanta el edificio con la icónica imagen en relieve del «Che» Guevara.

En marzo de este año Barack Obama estuvo en ese mismo sitio en el marco de la primera visita que realizó un presidente de Estados Unidos en 88 años.

Obama y Raúl Castro restablecieron los vínculos bilaterales rotos por más de medio siglo, aunque persiste el embargo que tanto criticó el mayor de los Castro y que apenas pudo ser aliviado por el saliente mandatario estadounidense.

Pero el paulatino proceso de normalización de relaciones parece cada vez más comprometido con la llegada de Trump a la Casa Blanca.

El analista Michael Shifter, de Diálogo Interamericano, considera que la muerte de Castro obligó a Trump a «contentar» a los cubano-estadounidenses. «Lo que está claro es que la administración Trump va a tener una retórica más fuerte contra la isla. ¿Qué implicará eso para los avances realizados con Obama? Todavía es un misterio», dijo a la AFP.

En medio de esta jornada de consternación, aterrizó en La Habana el primer vuelo regular proveniente de Estados Unidos en más de 50 años. Desde agosto, las aerolíneas estadounidenses han estado volando al interior de Cuba, pero la capital aún estaba pendiente.

Fidel nunca se opuso abiertamente al acercamiento con Estados Unidos que propició su hermano, pero tampoco cedió en su desconfianza frente al «imperio».




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