El destacado escritor y político Eduardo Blanco, figura de las letras venezolanas, nació en Caracas, el 25 de diciembre de 1838.  Entre 1861 y 1863, formó parte del Cuerpo de edecanes del héroe José Antonio Páez, para esos años presidente de Venezuela, quien junto a Bolívar y otros próceres, libertó este país.

De labios de Páez escuchó Blanco narrar los hechos gloriosos que contribuyeron a darnos patria y con la palabra autorizada de “la primera lanza de América”, como lo llamó El Libertador, el escritor fue tejiendo la urdimbre de la gesta emancipadora para plasmar esas maravillosas páginas que él llamó “Venezuela heroica”, con prólogo nada menos que del “Apóstol de Cuba”, José Martí, de la verdadera Cuba, no de la “Isla cárcel”, de hoy, no del “Mar de la felicidad”, como por razones políticas la llamó Hugo Chávez.

Eduardo Blanco quiso dejar escrito para siempre la Venezuela heroica que fue la primera, aquella ignorada colonia de los Austria y de los Borbones que en patriótica sacudida libertó no solo a este “cuero seco”, como metafóricamente alguien llamó a este “pedazo de América”, sino a otros cuatro “pedazos”, que fueron Colombia, Ecuador, Perú y el que primero se llamó “Alto Perú” y después Bolivia en honor a Bolívar.

En medio de dictadorzuelos “buscafortunas”, Venezuela ha escrito y continúa escribiendo, páginas heroicas

En medio de dictadorzuelos “buscafortunas”, Venezuela ha escrito y continúa escribiendo, páginas heroicas, como las que hoy escribe en las que consta la sangre derramada por quienes aman la libertad, los que no soportan el yugo de quienes para llenarse los bolsillos de malhabido dinero, se han disfrazado de demócratas, cuando realmente es a ese pueblo que dicen defender al que cada día maltratan por defender su libertad, al que mantienen encerrado en sus ergástulas para impedirle que digan verdades ante las mentiras con las que cual aves carroñeras dejan sin alimentos a los pobres que mueren de hambre y tienen sed de justicia, de una justicia que solo sirve para eliminar a quienes les estorba, para poder satisfacer sus criminales cometidos.

¡Oh Venezuela heroica! hoy continúas soportando Boves y Atilas. como añoramos aquellos que nos dieron patria sin otro interés que la gloria y salvación de ésta, cómo los necesitamos para que no siga siendo el “festín de Baltazar”, para que impidan que quienes quieren esclavizarnos para seguir usufructuando del poder que cual filibusteros se adueñan de todo lo que al pueblo pertenece, a los que no les importa que los más pobres mueran en los hospitales por falta de medicamentos, que no les importa que los niños no vayan a la escuela, por no tener el indispensable desayuno, ni a los que aun están en presidio para que no salgan a la calle a denunciar los atropellos de los que son victimas, de las mil injusticias que los vasallos del régimen en contra de ellos cometen, por el solo pecado de contrariar las decisiones de los que nunca leyeron a Montesquieu y por eso dan coces a la libre expresión del pensamiento.

A los que se oponen a quienes han esquilmado el erario para engordar sus cuentas bancarias en los “paraísos fiscales”, a los que trafican con la droga, la que embrutece a este pueblo y al de otros países que tienen “monedas fuertes”.  Cuantos Eduardo Blanco han agotado sus “tinteros” pidiendo justicia y libertad y no las consiguen, cuantos hay que han muerto por la patria, mientras otros la entregan y la cambian por “galones” y luego se desgañitan en las plazas publicas, “bebiendo petróleo y embadurnando el bronce de la Democracia con pintura al óleo…”  en el decir de José R. Pocaterra en su memorable discurso “Valencia la de Venezuela ¡Oh Venezuela heróica” cuanto nos duelen tus heridas de angustiada madre que sufre por lo que padecen tus hijos que andan por el tortuoso camino que hoy les toca transitar.  Venezuela que sigues siendo heróica, como Eduardo Blanco la soñaba ¿Acaso sigues arando en el Mar como dijo Bolivar atormentado por la ingratitud de sus malos hijos?  Quienes en verdad te amamos no lo permitiremos, no dejaremos que las aves de mal agüero oscurezcan tu cielo como en otros lugares lo han hecho.  Antes te conocían por tus riquezas, y por la belleza de tus mujeres.  Hoy en el extranjero se asustan por los aventureros de la droga con la que trafican para hacerse de mal dinero.   En uno de estos días, saldremos de este atolladero.




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