María Antonio Bolívar Palacios.

Nace en Caracas, el 1º de noviembre de 1777, María Antonia Bolívar y Palacios, hermana mayor de Simón Bolívar. Fue una mujer de carácter recio, heredado de su madre, María de la Concepción. Contrajo matrimonio el 22 de octubre de 1792, antes de cumplir los 15 años de edad con D. Pablo Clemente Francia.

Siempre mostró simpatías por la causa realista. Sin embargo, mantuvo una relación armoniosa con su hermano el Libertador, a veces un tanto afectada por los negocios que ella le llevaba en Caracas, en particular el de las minas de Aroa; pero en general, Bolívar tuvo en alto aprecio los consejos y sentencias de María Antonia. Esta murió el 7 de octubre de 1842, dos meses antes de que trajeran a Caracas los restos de su inmortal hermano, el 17 de diciembre de ese año.

Carta de Simón Bolívar a su hermana sobre la educación de su sobrino Fernando y otros asuntos familiares

Lima, Abril de 1825
Señora María Antonia Bolívar.
Escribe tú, de mi parte, a los encargados en el Norte de la educación del joven Fernando Bolívar, encareciéndoles el esmero con que yo quiero que se eduque a mi sobrino. Que aprenda las lenguas sabias y las vivas, matemáticas, historia, moral, bellas letras, etc. Un hombre sin estudios es un hombre incompleto. La instrucción es la felicidad de la vida; y el ignorante, que está siempre próximo a revolverse en el lodo de la corrupción, se precipita luego infaliblemente en las tinieblas de la servidumbre.

Toma también mucho interés en que la hija de Juana de case bien, con un hombre patriota y honrado. Este es un negocio en que todos debemos pensar, porque la familia es un tesoro en que todos los de ella tienen interés. Ayúdala tú con tus buenos consejos de hermana, y procedan siempre con atención, que no hay más dicha ni desdicha, que prudencia o imprudencia. Yo no le escribiré a ningún juez sobre el pleito de Lecumberry, por más que tú te empeñes.

No quiero exceder los límites de mis derechos, que, por lo mismo que mi situación es elevada, aquéllos son más estrechos. La suerte me ha colocado en el ápice del poder; pero no quiero tener otros derechos que los del más simple ciudadano. Que se haga justicia y que ésta se me imparta, si la tengo. Si no la tengo, recibiré tranquilo el fallo de los tribunales. No te inquietes, sin embargo, que mis títulos son los mejores.

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