Cuidad Hospitalaria Doctor Henrique Tejera (Foto Cortesía)

11 días. Ese tiempo le bastó a David Torrealba para vivir en primera persona lo que muchas veces había denunciado: la severa crisis sanitaria en Carabobo.

Él la conocía ya muy bien, pero como paciente, conectado a oxígeno en una cama del área COVID-19 de la Ciudad Hospitalaria dr. Enrique Tejera (CHET) de Valencia, pudo verla de cerca y ser parte de una historia llena de precariedades y drama.

Entre octubre y noviembre estuvo hospitalizado. “Los primeros días fueron dantescos, yo los comparo el poema de la Divina comedia, en la que me enfrenté a la muerte”.

En principio estuvo en su casa recibiendo tratamiento, pero debido a la severa deficiencia respiratoria que presentó, que ni le permitía mantenerse en pie, fue trasladado a la CHET, “y fueron 11 días muy intensos porque fue en la cúspide de la crisis. Pude evidenciar lo que ya sabía como dirigente gremial, como lo es la grave crisis de los centros hospitalarios”, dijo quien es vicepresidente del Colegio de Enfermería de Carabobo.

Precariedades en la sala COVID-19

Las primeras seis horas en el hospital las define como cruel. “En ese lapso vi morir a cuatro personas”.

Lo siguiente fue el retrato de la precariedad en la sala COVID-19 de la CHET. “A veces eran solo dos enfermeras para 30 o 25 pacientes y ellas mismas barrían y pasaban coleto. Pude ver la necesidad de estos pacientes en estado de desesperación que le pedían a las enfermeras que los atendieran”.

Él vio a sus colegas sufrir hasta de dermatitis porque los monos de bioseguridad del personal no eran del material adecuado. “A pesar de eso estaban ahí y el personal de soporte, que en su mayoría era el que más fallas tenía, también estaba ahí”.

Fueron días muy difíciles para Torrealba, quien destaca los esfuerzos “infrahumanos del personal de enfermería y médico, y de limpieza, aún con déficit y dificultades de todo punto de vista tienen mística, compromiso y humanismo”.

Las secuelas de la COVID-19

Al salir de la emergencia que representa el coronavirus, la enfermedad parece acompañar siempre al paciente.

Los malestares varían de un paciente a otro. En el caso de Torrealba, ha presentado diversas patologías derivadas de la COVID-19 y ha tenido que tratarse farmacológicamente, además de recibir rehabilitación psicológica, psiquiátrica y la fisioterapéutica.

Para él, esta enfermedad no deja marcas ni huellas, sino  cicatrices. “Desde el punto de vista neurológico he sufrido pérdidas de memoria que se hacen transitorias dentro de la memoria remota, incluso la inmediata”.

Pero eso no es todo. Ha tenido trastornos neurológicos muy evidentes, alteraciones músculo esqueléticas y dolores en el cuerpo. “He tomado medicinas muy fuertes que no me hacen nada”.

A todo esto se suma el gasto económico que implica sobrellevar las secuelas de la COVID-19- Es prácticamente obligatorio acudir periódicamente a consultas de neumología que cuestan entre 35 y 40 dólares, y es muy probable que se requiera de rehabilitación respiratoria y de la compra de dispositivos especiales para la evaluación cardiovascular.

Los especialistas pueden solicitar la prueba de dimero d y hematología de forma constante para evaluar la evolución de ciertos parámetros que pudieron verse afectados por el virus. “Cuando me hago los exámenes los doctores me dicen que son efectos post COVID-19 que siguen en estudio, porque aún no se han evidenciado, pero hay altos niveles de recurrencia”.




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