Gerard Moreno fue el autor de uno de los tantos para el triunfo del Espanyol./Foto: EFE

El Espanyol firmó su primera victoria del curso, contra el Celta (2-1), gracias a una gran primera mitad, sólida, fluida y con goles de Gerard Moreno y Piatti, pese a que el equipo gallego, antes desaparecido, cambió el guión con un tanto de Fontás en el minuto 69.

El anfitrión mandaba en el inicio. A los seis minutos de partido, Gerard Moreno, en carrera por la banda derecha, se quedó solo delante del meta Sergio. El delantero intentó el tiro cruzado y se fue desviado a un palmo del poste. En la siguiente acción, un remate de cabeza de Baptistao se fue a córner tras un despeje de Jonny.

Las revoluciones del Espanyol eran mayores que las del Celta. Y sus méritos para marcar, también. No fue una sorpresa que Gerard Moreno, en posición de posible fuera de juego, firmara el 1-0 en el minuto diez. Esta vez su disparo desde la frontal del área sí estuvo acertado. Los locales atravesaban una fase muy dulce.

Los de Unzué, por su parte, estaban espesos. Tenían problemas para romper la intensidad blanquiazul en Cornellá, filtrar pases y llegar con claridad. La mejor ocasión fue un cabezazo de Aspas en el 18, un remate forzado en el que el portero Pau no tuvo que intervenir. Pero ahí acabó la insistencia gallega en la meta rival.

No había noticias de Maxi Gómez, su máximo realizador hasta ahora con cuatro dianas. Era la noche del Espanyol. En el minuto 32, Pablo Piatti puso el 2-0 en el marcador. El argentino robó el balón a Cabral, se lo cedió a Jurado, lo recibió de nuevo y superó a Sergio. Incontestable el extremo, que desató la euforia entre los ‘pericos’.

El Celta desaprovechó una falta directa, mandándola a la barrera, mientras los de Quique Sánchez Flores se gustaban. Gerard Moreno rematando de espuela, Jurado compitiendo a los cien metros lisos con Hugo Mallo y Pau dando un recital de solidez. Sólo en los compases finales de la primera mitad el anfitrión se replegó.

Tras el descanso, sin cambios en ningún equipo, el ritmo bajó bastantes enteros. El Espanyol, con una ventaja suficiente, medía más sus carreras, aunque el Celta seguía son sus mismos problemas: fluidez escasa, ocasiones nulas y dificultades para contener los acercamientos, tímidos, del rival.

Poco a poco, el peligro de los visitantes crecía. Los locales, más acomodados, habían perdido instinto y los de Unzué apretaban. Primero amenazaron desde el balón parado, con un saque de esquina que Aspas falló por poco. Y después llegó el 2-1: latigazo de Sisto en la frontal, que rebota en Fontás y acaba en la red de Pau.

El pulso, a partir de entonces, fue otro. El guión había cambiado. Ahora era el Celta el que subía las revoluciones y el Espanyol el que jugaba atenazado, pese a tener ventaja. La tensión también creció, con varias amarillas. Y sólo restaban diez minutos para el desenlace.

Ambos entrenadores habían agotado sus tres cambios, uno para refrescar sus opciones de empatar y otro para mantener el marcador. En los minutos finales, el partido estaba roto. Idas y venidas para los dos conjuntos. Una carrera de Sergio García, un disparo desviado de Wass… Con corazón y sin acierto. Y llegó el pitido del árbitro.




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