El presidente brasileño, Michel Temer. (EFE)
El presidente brasileño, Michel Temer, pretende transformar su fácil victoria en la votación que lo puso a salvo de un juicio por corrupción, en un nuevo impulso para aprobar medidas de austeridad, aunque el camino puede estar sembrado de nuevos obstáculos para el impopular mandatario.
A Temer le bastaba con el apoyo o la abstención de apenas un tercio de la Cámara de Diputados (172 de los 513 escaños) para evitar que la denuncia de corrupción en su contra fuese enviada a la corte suprema.
Pero después de horas de agrias discusiones, con unos cuantos empellones, la posibilidad de juzgar a Temer como presidente fue rechazada por 263 diputados, frente a 227 que se prenunciaron a favor y dos abstenciones.
Ese voto no prejuzga de la inocencia de Temer, que podrá ser juzgado por un tribunal ordinario cuando concluya su mandato a fines de 2018 o por el Supremo Tribunal Federal (STF), sin necesidad de la aprobación de la Cámara, en caso de que mantenga un cargo con fueros.
Temer, de 76 años, se convirtió en el primer mandatario en ejercicio en ser acusado de un crimen común, cuando el fiscal general Rodrigo Janot pidió el 26 de junio su inculpación por corrupción pasiva, como presunto beneficiario de un soborno ofrecido por la gigante de la alimentación JBS a cambio de favores para la empresa.
Temer, del partido PMDB (centroderecha), afirma que la acusación es una «ficción» construida para perjudicarlo. Ve además en ella motivaciones políticas que amenazan la reconstrucción del país, que emerge de la peor recesión de su historia con un tendal de 13,5 millones de desocupados.
La Operación Lava Jato, sobre una vasta red de sobornos en Petrobras, tiene además en la mira a ocho de sus ministros y a buena parte de su base aliada, aunque también a numerosos dirigentes de la oposición de izquierda.
Temer ya perdió seis asesores de rango ministerial salpicados por ese escándalo.

 La impopularidad ¿precio de las reformas?

El dominio de Temer sobre el Congreso contrasta con su popularidad de apenas 5%, la peor desde el retorno de la democracia en 1985, según un reciente sondeo Ibope. Un 81% de los brasileños apoyaba además que el mandatario sea juzgado, de acuerdo con el mismo instituto.

Pero según el diputado Darcisio Perondi, del PMDB, la popularidad es lo de menos.

«Un gobierno que hace reformas no es popular y Temer sale fortalecido», aseguró Perondi a la AFP.

«Temer retomará la semana que viene las discusiones sobre la reforma de las jubilaciones (…) y va a estimular la reforma fiscal», adelantó.

Después de haber bloqueado el techo de gastos por 20 años y flexibilizado la legislación laboral, su mayor desafío es ahora la reforma de las jubilaciones, que requerirá de una mayoría cualificada de tres quintos en la Cámara y en el Senado, por tratarse de una reforma constitucional.

El propio Temer prometió proseguir con «todas las acciones necesarias para sacar al país de de su peor crisis económica».

«Haremos mucho más poniendo nuestras cuentas en orden, de forma definitiva y equilibrada», agregó.

El resultado de la votación muestra que Temer cuenta con «números suficientes para movilizar a su base para votar reformas importantes», señaló a la AFP el analista Gesner Oliveira, de la consultora GO Associados.

Ya con la tendencia de la votación perfilada, la Bolsa de Sao Paulo cerró con ganancias de 0,93%, a 67.135 puntos, alcanzando el nivel previo a la crisis que estalló en mayo.

Esta crisis se produce menos de 15 meses después de la caída de la presidenta de izquierda Dilma Rousseff, destituida por el Congreso por manipulación de las cuentas públicas y reemplazada por Temer, quien era su vicepresidente.

 Zonas de riesgo

La oposición acusa a Temer de haber liberado en las últimas semanas cuantiosos fondos para proyectos de diputados vacilantes.

«Fue una mayoría conseguida con recursos públicos», afirmó el diputado Alfonso Florence, del Partido de los Trabajadores (PT), de los expresidentes Lula da Silva (2003-2010) y Rousseff.

«El PT va a tratar de profundizar la movilización popular contra las reformas y por elecciones directas ya», añadió.

Las manifestaciones contra Temer no lograron ni por asomo hasta ahora la amplitud de las que debilitaron a Rousseff antes del impeachment, pero en algunos casos derivaron en enfrentamientos violentos.

En el campo judicial, Janot podría inculpar aún a Temer de obstrucción a la justicia y de organización para delinquir.

Gesner Oliveira duda sin embargo que ello ocurra, debido a la contundencia de la victoria de Temer y al hecho de que el fiscal general concluye su mandato en septiembre.

«Si la victoria hubiese sido débil, o con manifestaciones callejeras, existiría espacio político» para nuevas acusaciones, afirmó.




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