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La angustia de esta mañana es el agua. María Teresa Rangel está vestida de blanco impecable, con la solapa de la chaqueta llena de condecoraciones y los mismos zapatos de hace 12 años. Desde las seis de la mañana está trabajando y ahora ha conectado un tubo oxidado al grifo del lavamanos del Departamento de Enfermería del Hospital Universitario de Caracas para canalizar el hilito que sale dentro de un contenedor. De ahí va llenando garrafas más pequeñas para ayudar a bajar los sanitarios de alguno de los pacientes que están hospitalizados. A otra compañera le ha tocado conducir su carro hasta otro hospital al oeste de la ciudad, atascada este viernes por una lluvia pertinaz, a buscar el material quirúrgico que se no puede esterilizar en este centro de salud porque el equipo de autoclave lleva años dañado.

“Hoy tenemos 10 mujeres en trabajo de parto y en este hospital no hay ni agua y si una empieza a sangrar cómo vamos a hacer, cómo se van a lavar los médicos las manos con esta agua”, dice con indignación María Teresa, de 71 años de edad y la mitad de su vida trabajando como enfermera.

Desde hace 20 días, además de atender enfermos y todas las contingencias de la aguda crisis sanitaria que vive Venezuela, las enfermeras han cumplido una jornada diaria de protestas en todo el país en reclamo por un salario digno. Lo que gana María Teresa en un mes no le permite comprar un sándwich para desayunar en el cafetín hospital donde trabaja. Gana muchísimo menos que eso. “Mi sueldo son 1.500.000 bolívares mensuales, que lo subieron ahora a 3 millones (el salario mínimo actual, equivalente a un poco más de un dólar) y que este viernes íbamos a cobrar, pero ahora nos dijeron que no pueden depositarnos el dinero porque anoche se robaron las computadoras del área de personal”, dice mientras ataja una lágrima que amenaza su maquillaje, que disimula bien los años, pero no el cansancio.

La pelea que durante el último mes han dado en las calles las enfermeras, y que ha encontrado respaldo en el gremio de los médicos y del resto del personal de salud, es para que sus salarios sean equiparados con el del personal de la Fuerza Armada, a quien Nicolás Maduro ordenó hace un mes un «aumento sustancial» y estableció un ajuste indexado a los del salario mínimo, que está en 5 millones 196 mil bolívares, pero que la hiperinflación ha llevado al gobierno a aumentar hasta cuatro veces en un semestre.

Aunque las enfermeras son las que a diario libran una guerra en los hospitales del país, el salario básico de un militar profesional raso puede ser hasta 8,3 veces superior al de una enfermera y en el caso de los rangos más altos, como el de coronel, hasta 24,8 veces.

Cadena de descontento

El reciente aumento a los militares impuso una brecha enorme entre el salario de tres millones de bolívares de una profesional graduada y con cuatro especializaciones como María Teresa, frente al de un teniente coronel que ahora devenga 57 millones de bolívares de sueldo base, por ejemplo. Otros oficiales de más rango superan los 200 mil millones en sus remuneraciones.

La diferencia, que se hace más marcada en medio de la acelerada hiperinflación que vive el país, ha exacerbado el conflicto al que se empiezan a sumar otros profesionales, como los médicos, profesores universitarios que también han iniciado huelgas escalonadas, los maestros y trabajadores de empresas públicas como Corpoelec y el metro de Caracas, que esta semana protestaron por mejoras salariales y en rechazo a la discriminación en las remuneraciones entre militares y civiles. A menos de dos meses de la cuestionada reelección de Maduro la conflictividad social aumenta sin que haya soluciones a la vista.

“Queremos el salario de los militares, la misma indexación. Nosotros salvamos vidas y este gobierno lo que busca es que renunciemos en masa todas las enfermeras. Llevamos veinte días en conflicto y en ese tiempo no hemos recibido ni una sola llamada del Ministro de Salud, que todavía está buscando un hueco en su agenda para atendernos», señala Ana Rosario Contreras, presidenta del Colegio de Enfermeras de Caracas.

La sindicalista ha visto como su gremio se desintegra. En los primeros 4 meses de este año le tocó firmar 1.200 solicitudes de baja del colegio, documento que utilizan para buscar trabajo en el extranjero, por la crisis económica.

“Nos estamos quedando solos y nuestras enfermeras están consiguiendo empleo con remuneraciones acordes a su experiencia en otros países”. En los hospitales de Venezuela hay un déficit de 110.000 profesionales, que impide cubrir las recomendaciones internacionales que indican que debe haber un enfermero por cada cuatro pacientes. Contreras teme que la situación vaya a empeorarse. Las jornadas de protestas que iniciaron van acompañadas de la paralización de sus actividades en áreas que no sean críticas. La medida de presión, sin embargo, poco ha afectado centros de salud que no tienen cómo atender enfermos.

Esa es otra de las demandas del gremio, la mejora de las condiciones de trabajo, que el Estado garantice los insumos para poder atender a los pacientes.

Una encuesta realizada en marzo por la organización Médicos por la Salud reveló que en 88% de los hospitales del país no tiene medicamentos; en 79% no hay material quirúrgico y en el mismo porcentaje tienen fallas constantes de agua. El diagnóstico abarcó 104 centros públicos y 33 privados, que representan 90% de las camas hospitalarias del país. El estudio también sondeó el impacto de la migración entre estos profesionales y determinó que 30% de lo médicos que se graduaron hace 40 años están fuera del país al igual que 75% de los que egresaron de la universidad hace apenas una década.

 




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