Cuando el sábado pasado leí la convocatoria que algunos sectores congregados en la MUD hicieron para marchar el 19 de abril hasta la Defensoría del Pueblo, créanme que sentí una profunda decepción. No puedo entender como en una fecha tan importante, se convocara a marchar hasta una institución tan desacreditada por su regente. Le pregunto a quienes me leen: ¿qué tiene que ver la Defensoría del Pueblo con el acta del Cabildo que originó la renuncia de Vicente Emparan por los sucesos de aquel 19 de abril de 1810? ¿Qué valor simbólico puede tener marchar hasta un parapeto que con su silencio ataca al pueblo en lugar de defenderlo y que está palmariamente parcializado para proteger los desmanes de la dictadura? El objetivo debe estar claro, y cómo he dicho antes, si estamos ante un régimen milico-judicial, ¿no sería más coherente exigir de forma pacífica pero masiva, en las sedes de los cuarteles militares del país, que dejen de sostener a la dictadura? No se trata de buscar confrontación, por el contrario, sería enviar un mensaje de apoyo a todos quienes estando adentro de la institución castrense, saben que seguir protegiendo a Nicolás Maduro y sus cómplices, será el peor error de toda la historia contemporánea de Venezuela.

El grito libertario debe sentirse en las calles, esto es, en todos los lugares del país. Mucho cuidado con caer en la estrategia de desmovilización que se ha dejado correr, la cual consiste en la aceptación de un cronograma electoral regional, como si el problema fuera únicamente por malos gobernadores y no por culpa del sistema comunista y hambreador que ha devastado la nación. Señores, aceptar unas elecciones regionales y dejar intactas las cúpulas gubernamentales enquistadas en Miraflores, en el Tribunal Supremo de Justicia y los malolientes Poderes Moral y  Electoral, es simplemente oxigenar a Maduro y correr la arruga hasta otra oportunidad que será incontrolada y con resultados impredecibles.

Claridad de los jóvenes

Durante la mañana de este domingo 15 de abril me reuní con varios grupos estudiantiles y me decían que ellos tendrán su propia planificación para ejecutarla durante la jornada del 19 de abril. Están definiendo el punto de llegada, pero me decían que existen muchísimos espacios que sí representan un lugar para exigir libertad y para reclamar justicia. Tienen muy fresco el allanamiento a la Universidad de Carabobo, decenas de compañeros que aún permanecen convalecientes con heridas graves que les dejarán cicatrices e inmovilidad de alguna de sus extremidades de por vida y hoy, sienten que no ha habido justicia.

Me identifico con los jóvenes que tienen claro que la calle es la salida. Esos muchachos que defienden su patria como el que más, que los tildan de anárquicos o revoltosos que se tapan las caras en determinados momentos para evitar ser identificados porque en un país donde no hay estado de Derecho serían presa sencilla para ser detenidos y torturados por los organismos de represión, esos organismos dizque de seguridad que suelen confundirse entre los regulares e irregulares bajo el edulcorado nombre de “colectivos” cuando en realidad son unos asesinos a sueldo.

He visto el arrojo de sus protestas; ellos son blanco fácil porque sus armas están en la pasión que emerge de su corazón y de la mente y, como escudos, por qué no decirlo: una que otra piedra o caucho quemado para evitar el avance de la represión.

Su lucha no es contra la Policía ni contra la Guardia Nacional, ellos protestan para que se escuche su inconformidad su descontento. Ellos están convencidos que Venezuela puede ser un país mejor, claman por justicia, libertad, seguridad. Entienden muy bien lo que algunos políticos no han entendido: “a los bandidos no hay que darle más oportunidades para dialogar” Esos muchachos que hoy protestan nacieron y crecieron con la plaga roja en Miraflores, quieren construir un país donde provoque quedarse en lugar de estar pendo en emigrar.

Mi oficio como docente, hoy Secretario de la Universidad de Carabobo, hace que mantenga contacto permanente con los jóvenes, los escucho y no tengo ninguna duda de que están demasiado claros en lo que quieren. Se cansaron de que desde un partido o un ente externo traten de imponerles lineamientos y, están dispuestos a jugársela el todo por el todo. A ellos siempre les digo: nunca se enfrenten cuerpo a cuerpo, porque en las luchas contra policía, Guardia Nacional y malandros no se ganan con las ideas que ustedes cargan en las alforjas, que recuerden que en el momento del “combate” quienes dan las ordenes no están en escena pero, además, es imposible ganar una confrontación cuando hay armas de fuego y bombas lacrimógenas accionadas criminalmente por órganos represores. No me cansaré de aconsejar a mis alumnos: “cuando vean que la policía y la GN vienen a reprimirlos, es obligatorio que salgan de allí y se vayan a otro sector para continuar sus protestas pacíficas”

Fuerzas del orden ¿Cuál orden?

En la conversación con bachilleres de la UC, que luego se transformó quizá en una clase de derecho constitucional y penal, les hablaba de las funciones de los cuerpos de seguridad del Estado, salió a relucir el artículo 68 constitucional donde se establece de manera inequívoca el derecho a la protesta, donde está escrito que en ningún caso las fuerzas del orden público pueden utilizar armas de fuego ni sustancias toxicas para reprimirlas; o sea, ni balas ni gas del bueno. Conversamos de lo establecido en el artículo 55 constitucional que cuyo texto deja muy claro la protección de los derechos de las personas por parte de los organismos de seguridad, esto es, que se les debe proteger y garantizar el derecho a protestar, cosa contraria a lo que esos organismos han venido haciendo, pues sino son los efectivos militares o policiales que evitan las protestas son los “colectivos” quienes intentan disolverlas con la inaceptable tolerancia de los que están obligados a garantizarlas y además, a detener a esos mercenarios catalogados de “colectivos”.

Cuán hablamos del orden público, es menester saber quién es el que ha alterado el orden público. La sociedad civil y los estudiantes cuando se oponen al golpe de Estado -o la ruptura del orden constitucional en boca de la Fiscal general- o quienes han mancillado la Constitución. A los militares y la policía decente –que son la mayoría-, debemos decirle que antes de reprimir y creer que están reestableciendo el orden público, analicen primero cuál fue la causa que lo provocó. En este sentido solo bastaría leer el artículo 333 para que actúen apegados a la Constitución y repriman a quienes verdaderamente deben reprimir.  Art 333 “Esta Constitución no perderá su vigencia si dejare de observarse por acto de fuerza o porque fuere derogada por cualquier otro medio distinto al previsto en ella. En tal eventualidad, todo ciudadano investido o ciudadana investida o no de autoridad, tendrá el deber de colaborar en el restablecimiento de su efectiva vigencia”

   




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