El 18 de septiembre de 1954, en el Sanatorio San Jorge, fallece uno de los grandes pintores de la historia del arte de Venezuela, Armando Reverón, mejor conocido como el maestro de La Guaira, lugar donde vivió las últimas décadas de su vida.

Reverón, reconocido por los críticos internacionales como uno de los más importantes exponentes del arte pictórico en el mundo, nace en Caracas el 10 de mayo de 1889, compartiendo sus primeras vivencias entre la capital y la ciudad Valencia.

En 1908 ingresa a la Academia de Bellas Artes, compartiendo sus estudios con figuras como Manuel Cabré, Antonio Edmundo Mosanto y César Prieto, quienes revolucionarán la pintura venezolana al desarrollar la técnica del paisajismo, rompiendo los cánones de un clasicismo tardío que todavía dominaba las artes venezolanas.

Al culminar sus estudios en Venezuela, en 1911, viaja a España donde prosigue estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona y en la Academia de San Fernando en Madrid, dejando en él una huella profunda las obras de los pintores españoles Francisco Goya y de Moreno Carbonero, maestro de Salvador Dalí.

Regresa a Caracas en 1915, formando parte del Circulo de las Bellas Artes y en 1916 empieza su primera etapa paisajista, predominando en sus trabajos un tonalidad azul y empieza su labor como profesor de pintura.

Durante su permanencia en La Guaira conoce a Juanita Moreno, quien sería su modelo y compañera sentimental, y al gran pintor ruso Nicolás Ferdinandov, quien ejercería una fuerte influencia en sus creaciones pictóricas.

En 1921, se instala definitivamente en el litoral guaireño, en la zona de Macuto, empezando una época de transformación en su trabajo como pintor al aplicar en sus cuadros paisajistas el deslumbramiento producido por la luz directa del sol en el paisaje, creando nuevos valores cromáticos y visiones de una atmósfera invadida por la claridad y con predominio del color blanco, comenzando su segunda etapa denominada “Época Blanca”, ubicada entre 1924 y 1932, logrando exponer sus pinturas en el Ateneo de Caracas (1933) y en la Galería Katia Granoff en París, Francia.

Al regresar a Venezuela, se refugia en su castillete de Macuto, estado Vargas, empezando su tercera etapa denominada “Sepia”, por los tonos marrones, constituyendo paisajes de Tierra y Mar, destacándose las marinas del playón.

Durante la década de los 40, su salud mental se resiente por una crisis depresiva que lo obliga a recluirse en el Sanatorio “San Jorge”, de donde al darle de alta empieza una etapa catalogada como expresionista dominada por la utilización de creyones y tizas y la presentación de una fantasía teatral que rompe con los moldes realista de la pintura venezolana.

En 1953, recibe el Premio Nacional de Pintura y trabaja para hacer una exposición en el Museo de Bellas Artes, pero antes de finalizar la escogencia de su obra, le sobreviene la muerte.

La vida bohemia en la que vivió eternamente Armando Reverón, le permitió a este genio de la pintura realizar una obra que hoy en día es reconocida por todos los críticos de arte a nivel internacional, rompiendo los moldes clásicos de la pintura venezolana.

Con información de minci.gob.ve




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