La dolarización de la economía y otras medidas de flexibilización permitieron que en el 2022 se detuviera la estrepitosa caída del Producto Interno Bruto y se logró incluso un incipiente crecimiento que nos llenó a todos de infundadas esperanzas. ¡Ahora sí! dijimos, por fin vamos a salir de este atolladero. Pero la cría murió al nacer. Aquel anhelado sueño de crecer más de dos dígitos por varios años consecutivos, recuperando así parte de los espacios perdidos se esfumó de una, al mejor decir de nuestros chamos.

Por una parte, el Estado vio caer la recaudación fiscal por concepto del impuesto al valor agregado, ya que la migración transaccional hacia el dólar fue significativa y entonces apareció el mal llamado IGTF, para agarrar aunque sea fallo.  Por la otra, en agosto inundaron el país con los muy desdeñados bolívares para pagar las vacaciones al magisterio y allá rodó la novel estabilidad cambiaria y el control de la inflación. La moneda pasó de 6 a 9 en cinco días, ¿recuerdan? Ya hoy son 28.

Las consecuencias fueron garrafales. Lo que pudo haber sido -por fin- un año de crecimiento superior al 10% no se logró, la tasa aflojó en el último trimestre del ‘22 y alcanzamos tan solo un 8% para todo el año. De igual manera, el primer trimestre del ‘23 arrojó crecimiento positivo, pero a una tasa aún menor. Ya el FMI y otros como Statista proyectan solamente un 5% para este año y algo menos de eso para el 2024. Mucho más que insuficiente para que se note, habida cuenta que el punto de partida es minúsculo.

¿Y ahora qué? Pues aquí es donde la política entra en la película. El toque mágico de un “proceso” que ha logrado controlar por 25 años una de las otrora democracias más estables de américa latina en la segunda mitad del siglo pasado, y contando. Pues es que ahora de repente se habla de inversión privada, de apertura, de negociaciones, de México, de elecciones y claro, se ajustaron los salarios.

El pequeño armisticio decretado en mayo por cuanto al ingreso integral de la población asalariada resultará de inmediato en un incremento en la capacidad de consumo, al tenor de unos $500.000.000 al mes. No suena como mucho, es cierto, pero siendo que el consumo privado representa dos tercios de nuestro pequeño PIB, la cifra sí que es importante.

El sector comercio será el primero en acusar un leve repunte en sus actividades, lo cual hará mover más a las aduanas que a las fábricas, ya que el impacto será tímido y posiblemente se atienda más con importaciones que con producción local. Empero, la llegada de empresas multinacionales del sector energético si resuena en los oídos industriales, ya que serán éstos los llamados a suplir tableros, motores y transformadores, cables y tuberías, maquinarias y vehículos, junto con todo tipo de adecuación metalmecánica y civil en general.

Allí habrá un efecto cascada favorable que tendrá exactamente el impacto que el Estado decida, ya que son ellos quienes regulan el nivel de apertura que habremos de experimentar. Ya en estos cinco lustros hemos sufrido en varias oportunidades por decisiones que revierten el efecto positivo de otras circunstancias y medidas. Pero, si de hecho se logra recuperar paulatinamente la exigua capacidad de consumo del pueblo y regresamos a la incierta senda de un mayor crecimiento, como todos aspiramos, no debemos ni por un segundo olvidar la magna justa electoral del 2024. Con ella en mente es que iremos apreciando algunos síntomas de eventual mejoría, de apertura y de relajación, si es que en verdad la hay.

Resulta evidente que el olfato político de los de la V es mucho más agudo que todos los de la IV juntos, incluyendo la camada más joven que se ha ido incorporando a la batalla. Esta semana les lanzaron arteramente un trapo rojo con aquello de la supuesta entrega de Citgo y de inmediato, como burriciegos embistieron furiosos. Está claro que todavía no entienden las sutiles estratagemas del hábil adversario, quien apunta a mantener la oposición tan distraída y dividida que las aburridas primarias no logren más de un 10 a 15% de participación, a lo sumo. Por cierto, uno de esos jóvenes con cero olfato, lo que los médicos llaman anosmia, ofreció pomposamente que, de él resultar electo presidente ratificaría en su cargo al actual Ministro de la Defensa. Anósmico total. Afortunadamente para todos, este insigne mangamiao no está más cerca de la candidatura que la montura de Sancho Panza.

De ahí en más, quien resulte favorecido este octubre aspirará a aglutinar a su alrededor el 83% de la población electoral que no se identifica con ningún partido y su titánica tarea será convencerlos de que, en efecto sí puede aspirar a un cambio legítimo por la vía electoral, con instituciones dispuestas a respetar los resultados y con actores de otros bandos de la misma oposición que acompañarán el proceso sin torpedearlo.

En lo que queda de año tendremos algo de recuperación económica y la brillante oportunidad de montar otro intento democrático para manejar el país, enderezar las instituciones y recuperar su alicaída economía. No guardo muchas esperanzas. Dicen que la experiencia es algo maravilloso, porque te permite reconocer un error cuando lo vuelves a cometer.

guillermomendozad@gmdconsultor.com




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