AFP

El año comenzó muy mal para Adriano de Souza. En enero tres tiros mataron a su amigo Ricardinho, compañero de mil olas del flamante campeón del mundo, que surfeó desde la favela hasta la cima del deporte y dedicó su corona al «hermano» que se fue.

El más hábil en volar sobre las ondas gigantes de la playa Pipeline en Hawai, Adriano ‘Mineirinho’ se convirtió el jueves con 28 años en el mejor surfista del planeta, cuando el campeonato de 2015 apuraba sus últimos minutos después de 11 etapas persiguiendo las olas más feroces del mundo.

La final fue un duelo contra su amigo Gabriel Medina, que hace un año se aupó sobre la misma playa para llevarse consigo de regreso a Brasil el primer trofeo mundial de su historia. 

Brillaban así los rayos iniciales de la ‘Brazilian Storm’, como se conoce en el agua a esta nueva generación de surfistas que con talento y mucho descaro han corrido de los focos a australianos y estadounidenses, liderados por los hawaianos, los barones históricos de la tabla.     

Aún sin creer que tras diez años en la élite, el mar por fin le había elegido a él, ‘Mineirinho’ se agarró el brazo derecho, donde tiene tatuado ‘fuerza, equilibrio, amor’, el mismo mensaje que llevaba en la piel el surfista Ricardinho cuando un policía fuera de servicio le asestó tres tiros el 19 de enero, luego de una discusión.

Pero a medida que las banderas brasileñas y la alegría de su equipo iban cubriendo la arena de Hawai, la mente de este hijo de un ama de casa y un estibador de la ciudad de Guarujá, en el litoral paulista, voló hasta la favela de Santo Antonio que lo vio crecer.

Fue en aquellas calles arenosas donde su hermano Angelo reunió 30 reales (unos 7,5 dólares) para comprarle su primera tabla de surf hace 20 años.

«Sin ese regalo, nada de esto habría pasado. Ahora estoy en la cima del mundo por 30 reales», recordó Adriano entre lágrimas nada más salir del agua.

– Las lecciones del ‘Pirata’ –

Un día de 1996, Alcino Da Silva Neto vio a un niño lanzándose en su skate frente a su casa y le invitó a sus clases en la escuela de surf que acababa de abrir en la playa de Pitangueiras.

Este adicto al mar al que ni la amputación de una pierna le bajó de la tabla apenas podía imaginar que aquel chico que no sabía nadar sería campeón del Mundo 19 años después. 

«Al principio no era bueno nadando y se quedaba más cerca del orilla. Desde allí tomaba muchas olas con las que aprendió a ser muy rápido y eso le ayudó más tarde. Tardó bastante en ir hacia el fondo porque hasta que no perfeccionó la natación tenía dificultades», cuenta a la AFP Alcino, a quien todos llaman ‘Pirata’.

El pequeño ‘Mineirinho’, sin embargo, no tardó en comenzar a ganar bicicletas cada fin de semana -que después regalaba o perdía robadas a la misma velocidad- como premio por vencer en las competiciones locales.   

«Desde el inicio ya se veía que tenía potencial porque con ocho años su dedicación le diferenciaba de los demás. Venía todos los días a la playa después de la escuela y entrenaba entre cuatro y ocho horas», recuerda orgulloso el ‘Pirata’, que por entonces daba clases gratuitas.

– ‘Brazilian Storm’ –

Aunque aún no ha cumplido los 30, De Souza es el más veterano de la generación de oro del surf brasileño, que este año se llevó seis de las once etapas de la liga mundial.

El clan ‘verdeamarelo’, donde todos hablan un inglés fluido y han tomado el circuito con el optimismo casi temerario marca Brasil, coló a cuatro de sus siete competidores entre los diez primeros del Mundial, incluido Italo Ferreira, el mejor debutante del año.

La ‘Brazilian Storm’ comenzó a gestarse, sin embargo, en el tiempo que el gigante sudamericano empezó a pensar más allá de la supervivencia. 

«Con el desarrollo económico de Brasil hace unos años, la gente pudo invertir más en ocio. Gracias a esa coyuntura favorable, esta generación de gran talento tuvo más facilidad para atraer patrocinios. Se combinó todo en el momento justo», valoró a la AFP Alexandre Zeni, presidente del Instituto Brasileño de Surf.

Ante la fuerza de esta tormenta que conjuga éxito, jóvenes de cuerpos esculpidos en el mar y un estilo de vida al sol, cada vez más brasileños se dejan seducir por la frescura de las olas ahora que el fútbol nacional, embarrado por las derrotas y la corrupción, luce más turbio que nunca.

Montado en el camión de los bomberos de Guarujá, ‘Mineirinho’ llevó este martes su trofeo a las calles donde creció aquel niño que aprendió a surfear antes que a nadar. Entre los hilos de la electricidad se leía en una pancarta: «Sales de la favela, pero la favela nunca sale de ti. ¡Que Dios te siga bendiciendo!». 

La favela Santo Antonio estaba de fiesta.




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