Una cincuentena de artistas tuvieron carta blanca para apropiarse de fachadas. (Foto AFP)

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Arte urbano para curar las heridas de un barrio durante mucho tiempo olvidado: es la apuesta que hace la ciudad de Málaga, en el sur de España, en un momento en que este movimiento artístico adquiere reconocimiento.

Los edificios de «terreno Heredia», una zona entre el puerto y el río Guadalmedina, conservan huellas de su pasado burgués del siglo XIX. Pero con el tiempo, sus calles se convirtieron en refugio de prostitutas y traficantes, los apartamentos fueron abandonados y se multiplicaron los sex-shops con nombres evocadores como Hamburgo o Amsterdam.

El barrio recupera ahora poco a poco los espacios verdes y peatonales, la iluminación fue mejorada y las fachadas pintadas.

Y para hacer más visible esta renovación urbana, sus artistas apelaron a algunos grandes nombres del arte urbano. El estadounidense Shepard Fairey, mundialmente conocido por su retrato de Barack Obama «Hope», y el británico D*Face, realizaron dos enormes murales que reciben al visitante a la entrada del barrio.

En el primero, una mujer en blanco y negro enarbola un mensaje de «Paz y libertad», mientras el segundo muestra el rostro de un piloto de caza, estilo cómic, para ilustrar la paz y la guerra.

«Hemos pensado que un proyecto de ‘street art’ podía contribuir a dar esa imagen cultural que deseábamos», explica Fernando Francés, director del Centro de Arte Contemporáneo de Málaga y partícipe en el proyecto.

Una cincuentena de artistas tuvieron carta blanca para apropiarse de fachadas y persianas metálicas de comercios, aceptando que su trabajo está destinado a desaparecer. Y ya se lanzó una convocatoria para realizar nuevas obras en unos meses.

Málaga en el mapa del arte

Con el apoyo del ayuntamiento y del Centro de Arte Contemporáneo, se organizan conciertos y exposiciones, y se anima a galeristas y comerciantes a instalarse en el barrio, rebautizado «SOHO» en un guiño a Nueva York. «Es una idea que había surgido originalmente de los vecinos y de algunos empresarios», explica Francés.

Para Pedro Marín Cots, encargado de urbanismo en el ayuntamiento, el resultado es positivo: «Se han abierto o modernizado unos 34 comercios desde julio 2013», fecha de inicio del proyecto, afirma.

Encontrar a los artistas no fue fácil, explica el director del museo. Aunque el arte urbano ha ganado visibilidad y respetabilidad, sus actores son aún a menudo clandestinos, trabajan sin autorización y defienden su anonimato.

Al final, unos 50 españoles y extranjeros respondieron, entre ellos el chino DalEast, el belga Roa o el español Dadi Dreucol.

Para este último, de 26 años y originario de Málaga, que pinta en las calles desde que tenía 12, participar en esta aventura representó una formidable operación de publicidad, permitiéndole obtener una beca para ir a trabajar como asistente en una galería de Colonia, Alemania, durante tres meses.

Explica el éxito creciente del arte urbano gracias a internet. «Antes la gente tenía que ir al lugar donde la pintura estaba, todo era más lento. Ahora pintas en la calle, alguien hace una foto y en un segundo la está enviando hasta Japón», agrega.

Mucho por hacer

Así, con su «Street art project», el gigante estadounidense de internet Google hace descubrir obras en ciudades de todo el mundo, entre ellas Málaga.

A menudo los hijos de los turistas descubren circuitos de arte urbano y arrastran a sus padres al barrio, explica un artista local, Javier Calleja, de 44 años.

Las obras pueden gustar más o menos a los habitantes, 568.000 en Málaga, pero reconocen que han contribuido a mejorar su entorno.

Antonio Mancera, de 63 años, propone sonriente a los visitantes hacerles descubrir estos cuadros al aire libre, orgulloso del camaleón que decora su edificio. «Había ganas de reactivar este barrio», asegura.

Pero queda mucho por hacer, considera Javier Marín, gerente de 27 años de una tienda de bicicletas caras cerca del puerto, donde los alquileres son más baratos que en el centro.

A los ocho meses después de la apertura, este joven emprendedor con aspecto hispter -barba espesa y bien cortada, gafas redondas de pasta- está decepcionado. Muy pocos malagueños vienen aún a hacer aquí sus compras y la mayoría de turistas van directamente a la playa, afirma.

«Nos falta mucho por hacer para ser un SOHO como en las grandes ciudades», subraya.




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