Gerardo Rangel/@gerardorangelx
Caminar por algunos sectores de Valencia y observar a personas hurgando entre la basura buscando ropa, plástico, metales o cualquier cosa que se pudiera vender, era común. Ahora la necesidad no es solo monetaria sino también alimentaria.
Son muchas las familias que se han volcado a las calles a buscar comida entre los desechos debido a la crisis que les impide costear alimentos en el país del bachaqueo y de la inflación.
Solo basta acercarse a los alrededores del mercado periférico de La Candelaria y recorrer unos cuantos metros para observar a mujeres, hombres y niños revisando entre los desechos. Tomates maduros, huesos, hortalizas o verduras son bienvenidos, sin importar el estado en el que se encuentren. Como dice el refrán “la basura de un hombre es el tesoro de otro”.
Foto: Clemente Espinoza
Ya no son personas alcoholizadas, drogadictas e indigentes los que hurgan la basura. Los desechos que se acumulan en las calles y avenidas son la nueva despensa para quienes en la desesperación por alimentar a sus familias recurren a esta práctica, aún sabiendo que ponen en riesgo su salud.
Raúl Durán, en sus 67 años, nunca había vivido una situación tan crítica. Cuenta que en casa lo espera su esposa que está discapacitada. Solo de él depende el sustento del hogar. Desempleado y sin contar con una pensión decidió buscar en la basura como alimentarse. Dice que pedir no resulta porque todos los venezolanos están pasando trabajo.
Afuera de un restaurante de comida colombiana, Raúl consigue restos de lo que tal vez fue una bandeja paisa, y con la ayuda de un cartón empieza su recolección. Papas, unos pocos frijoles y huesos -para hacer sopa- formarán parte del almuerzo para su familia. Testimonios como este se repiten a diario.