En el lugar, acuden entre 50.000 y 60.000 personas buscando fama y fortuna. (Foto AFP)

AFP

Dólares y euros de mentira, casas y automóviles en miniatura: todos son usados en Bolivia para rogar al ‘Ekeko’, el diosecillo indígena de la abundancia, que los convierta en realidad en la fiesta de la ‘Alasita’, que comienza cada 24 de enero y se extiende un mes. 

Unos 5.000 expositores, principalmente comerciantes al menudeo y hábiles artesanos, ocupan un parque en el corazón de La Paz, a donde acuden este día entre 50.000 y 60.000 personas buscando fama y fortuna, según datos ofrecidos por el gobierno municipal local a la AFP.

Como si fuera un mercado persa, todo lo inimaginable está a la venta, además de dinero falso, casas y autos. Gallos en estuco para contraer marido, gallinas para captar esposa, títulos de licenciado, magíster o doctor, licencias para conducir, maletas para viajar o diminutas bolsas con alimentos.

Los periódicos tradicionales, como La Razón, Página Siete, El Diario y Cambio, también imprimen para la fecha ediciones extraordinarias de una dimensión de 10×14 cm, donde los periodistas dan rienda suelta a la sátira sobre política, economía, asuntos sociales o deportes.

Lo más codiciado es el dinero. Un fajo de 1.000 unidades de billetes de 100 dólares, que suman unos 100.000 dólares de fantasía, se vende por unos modestos 20 bolivianos, unos 2,8 dólares.

Las dimensiones de las monedas son un poco menores de las normales, pues hay una expresa prohibición por norma local.

«Aquí comprando platita, para tener plata todo el año», dice a la AFP Germán Llanos, chofer de transporte público, quien tiene en manos una abundante cantidad de dinero de fantasía.

«Aquí estoy comprando un autito, tengo algo de platita (real), pero quiero que este año se haga realidad mi autito», señala por separado José Antonio Paco, empleado público de 29 años, quien acaba de adquirir el motorizado con pinta de juguete a unos 40 bolivianos (5,7 dólares).

Tras cancelar el monto, el vendedor, quien también funge de chamán aymara, procede a realizar un sahumerio con un brasero donde quema dulces, carbón, piezas de madera y raíces. Es para que la diosa Pachamama (madre-tierra) atienda el ruego y sea benéfica este año.

El comerciante-adivino, investido con un poncho indígena de lana de auquénido, también balbucea suavemente en aymara algunas frases inentendibles. Procede a rociar además el sitio con alcohol y pétalos de alguna planta.

El ritual es calcado en cada caso y dura unos 30 a 40 segundos, sin mucho apasionamiento.

– Evo Morales pregona era de abundancia –  

La festividad en La Paz, que se replica en todo el país, aunque con mayor medida en los Andes, está representada tradicionalmente por el diosecillo «Ekeko», una figura masculina enana, rechoncha y bigotuda, y que según la tradición atrae la fortuna.

Algunos historiadores costumbristas suelen encontrar las raíces del diosecillo en la cultura tiwanakota, ubicada alrededor del Lago Titicaca, que desapareció por el siglo XIII, antes del imperio Inca.

Por tal motivo, la fiesta ha sido aprovechada por el gobierno para mostrar en una caminata por calles y avenidas una estatuilla recientemente recuperada de un museo de Suiza y que es llamada «Illa Ekeko», una roca esculpida entre el año 200 a.C. y 200 d.C. que tiene una altura de 15 centímetros.

El presidente indígena Evo Morales, un fuerte creyente de la religión de los aymaras, destacó la recuperación del diosecillo que según él fue robado en 1858 por un suizo.

El mandatario reveló que el canciller aymara David Choquehuanca le aseguró que esa figura del Ekeko fue benéfica para Suiza antes y que ahora que retornó a Bolivia, lo será para su país.

«El canciller nos decía que antes de la llegada del ‘Ekeko’ a Suiza, Suiza no tenía abundancia, el ‘Ekeko’ llega a Suiza, Suiza (ya) vive en abundancia, ahora nuestro ‘Ekeko’ vuelve a Bolivia, y entonces estamos retornando a la abundancia», aseguró.




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