AFP 

Bajo el mismo cielo azul de Brasilia hay un mundo de
diferencia entre los miles de manifestantes que esperan con ansiedad el
resultado de la votación de este domingo sobre el futuro de la presidenta de
izquierda Dilma Rousseff.

A la división ideológica se suma una material, porque las
autoridades montaron un muro de paneles metálicos de un kilómetro de extensión
y dos metros de alto, a lo largo de la explanada de los ministerios, para
mantener separadas las pasiones en un país más dividido que nunca
desde el fin
del régimen militar hace tres décadas.

Varias pantallas gigantes difundían los debates de los
diputados desde el interior del Congreso.

Manifestaciones similares se registraban en Rio de Janeiro,
Sao Paulo y otras ciudades
, con decenas de miles de personas expectantes por el
resultado de una votación que decidirá si Rousseff puede seguir en su cargo o
hay motivos para abrirle un juicio de destitución en el Senado.

En Brasilia los ánimos están exaltados. Y los bandos
divididos con colores y banderas distintas, haciendo oír cornetas, gritos y
cantos de guerra donde nadie escucha a nadie, en un ambiente que por momentos
evoca el de una final de fútbol
.

A la izquierda, con el célebre edificio del Congreso y sus
dos cúpulas al frente, los partidarios del gobierno, vestidos en su mayoría de
rojo, ondean banderas del Partido de los Trabajadores (PT), de centrales
sindicales y otros grupos sociales. 

Con lemas como «No habrá golpe» o «en defensa
de la democracia
«, esperan que esta noche la Cámara de Diputados rechace
el impeachment contra Rousseff.

Al otro lado de este «Muro de Berlín», como fue
bautizada popularmente la valla de separación, el ambiente es mucho más
festivo. Hay enormes camiones de sonido y la multitud está optimista por los
sondeos de prensa que muestran una tendencia a favor del impeachment. 

«Fuera Dilma, Fuera PT«, «¡Fuera petistas
bolivarianos!
«, es lo que más se escucha entre los participantes, vestidos
sin excepción de verde y amarillo, los colores de la bandera brasileña que se
han convertido en emblema de los opositores. 




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