Los consumidores y revendedores llenan los centros comerciales. (Foto Rodrigo Vega)
Luis Alejandro Borrero || [email protected]
Cada que llega un producto escaso es lo mismo. El comerciante se tensa y prepara. Es posible que lo que exhibe en su mostrador ya no esté allí para cuando termine la cola. El tumulto de personas ansiosas es una preocupación para todos.
-Epa, amigo ¿Puedes bajarte del mostrador?, dijo Antonio Urdaneta, dueño de un puesto de comida en un centro comercial de Naguanagua.
No hubo respuesta del joven, quien sentado en la tabla donde van los pastelitos horneados, esperaba que avanzara la cola por leche y pañales. Antonio decidió pedir el apoyo de un policía municipal.
-¡Bájate de allí!, exigió el uniformado, pero el joven tampoco hizo caso.
El policía se lo repitió varias veces. Incluso tuvo que agarrarse la pistola, amenazándolo. No la desenfundó, para suerte de muchos. Fue cuando llegó un efectivo de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) que lograron que el cómodo individuo respetara la propiedad de Antonio.
A las muchachas que atienden la Parada Inteligente les pasa igual. “Nosotras ni abrimos”, comentó una. No lo hacen porque a veces algunos de los bachaqueros aprovechan para robarse las golosinas o pedirlas e irse sin pagar. Vigilar con atención es una opción penosa: son apenas tres empleadas contra el casi millar de consumidores.
De frente por el mismo pasillo está una peluquería que recién abrió sus puertas. El pasado 16 de mayo, cuando se formó una revuelta porque había llegado leche, algunos ociosos empezaron a darle con las uñas al vidrio del local. Allí estaba pegada una publicidad de vinil micro perforado que quedó destrozada. 35 mil bolívares en publicidad perdidos, lamentó Urdaneta.