Luis Alejandro Borrero || lborrero@el-carabobeno.com

Gregorio Santoya fue camionero desde que recuerda. El año pasado sufrió un accidente, dice señalando su brazo izquierdo con dolor. Ahora transporta naranjas desde Montalbán a Valencia en su Jeep Cherokee para vivir. Su trabajo está en riesgo, lamenta reposado sobre la reja metálica de Makro, en la zona industrial. Este lunes continuaba la venta de cauchos a precio regulado. 

– Si vieras los cauchos de mi camioneta, lamenta. 

– ¿Cómo están?

– Están en el alambre ya, dice soltando una risa, pero con la cara arrugada por el sol. Así me achicharre, de aquí no me voy sin comprar, responde con angustia y desespero. 

La cola se confundía: entre quienes la hacían por comida y quienes estaban allí por cauchos. En total más de 200 personas que, bajo el sol, intentaban soportar las horas de espera. Los carros eran más de 30. Es la tercera vez en el año que Santoya va a Makro. En ninguna de las anteriores pudo comprar. 

Hay mafias que revenden los cupos y agotan la mercancía, denunció. A pesar que a las 4:00 a.m. llegaron los primeros, siete horas después no se había vendido ni el primero. “Esto es una injusticia”.  Un cupo cuesta 15 mil bolívares, asegura Dulce Moreno, una de las primeras en llegar. 

A Gregorio ya le ha pasado antes. En uno de sus intentos anteriores, en la avenida Michelena, fue burlado sin que el hombre, de unos 55 años, pudiera hacer nada. Relata que llegó y tenía el puesto 13, pero con las personas a quienes define como malandros que se pusieron delante de él terminó en el puesto 63. “Lo peor es que uno no ve que esto vaya a mejorar”. 

Los requisitos son cédula de identidad, documentos del vehículo y suerte: que sea el día. Este lunes solo quienes tenían cédula con terminales 2 y 3 podían comprar los cauchos. “Ando con un caucho de una cuñada que me prestó”, explica Vladimir Santamaría. Tiene dos meses con los cauchos de su Hyundai Getz lisos. 

Víctor es peruano. Tiene 25 años en Venezuela. “Regresarse es comenzar de nuevo”. Cada día es más difícil la situación en Venezuela. “No deberíamos estar pasando por esto”, confiesa. Algunos se preocuparon porque más de una vez dijo que estaba a punto de desmayarse con el sol. 

Pasadas las 11:05 a.m. un efectivo de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) se acercó a la reja. Actualizó que ya no quedaban cauchos rin 13 y 14 pulgadas. Pero ninguno de los que estaba en la cola vio a gente salir con cauchos en las manos ni en sus vehículos. Segundos después, una trabajadora de Makro salió y discretamente se puso a conversar con el primero de la cola. 

– Aquí lo tienes, un ejemplo, el bachaqueo y las mafias que hay con los cauchos, concluyó Santoya. 




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