EFE

Conciertos de salsa, jazz o
música clásica así como visitas guiadas son frecuentes en Nueva York, pero
nadie imaginaría que tuvieran cabida en el cementerio Woodlawn, en El Bronx,
que alberga a grandes figuras del mundo del arte, política, negocios o
deportes.

El pianista Duke Ellington, el
trompetista Miles Davis, el escritor Herman Melville, autor de la novela Moby
Dick, Gertrude Vanderbilt Whitney, fundadora del museo Whitney, el alcalde
Fiorello LaGuardia, el compositor Irving Berlin, autor de «God Bless
America», o Celia Cruz, cuya muerte precisamente se conmemora mañana,
descansan en el Woodlawn en medio de un bosque y un buen cuidado del césped.

También el empresario
periodístico Joseph Pulitzer, a quien se rinde tributo con los premios que
llevan su nombre, los fundadores de los grandes almacenes JC Penney, Macy y la
desaparecida cadena Woolworth, la cantante de jazz Florence Mills o David
Farragut, hijo de un emigrante español y primer almirante de la Marina de
EE.UU., cuya tumba fue declarada patrimonio nacional en 2012.

Este cementerio, al norte del
condado de El Bronx, al final de la ruta de la conocida línea 4 del metro,
cuenta con una fundación dedicada a su preservación y actos culturales, y
alberga unos 1.400 mausoleos privados entre unas 300.000 tumbas en un espacio
verde con gigantescos y variados árboles, riachuelos y un lago.

Sin embargo, la más visitada es
la de la «reina de la salsa», que falleció hace trece años al perder
su batalla contra el cáncer.

«Todo el mundo quiere ser
sepultado cerca de Celia Cruz. Luego de su muerte, se vendieron rápidamente
todos los lotes que estaban cerca de su mausoleo», comentó a Efe David
Ipson, director ejecutivo del camposanto, que abrió en 1863 durante la Guerra
Civil y fue declarado monumento nacional en 2011.

Las tumbas de las leyendas del
jazz Miles Davis, en mármol azabache, y de Duke Ellington, bajo una sencilla
lápida sobre la tierra, son las otras más visitadas por el público y están en
lo que se conoce como «la esquina del jazz» porque también están allí
los saxofonistas Jean Baptise «Illinois» Jacquet y Coleman Hawkins o el
compositor Lionel Hampton, entre muchos otros famosos exponentes del género.

«Ellington quiso ser
sepultado bajo el árbol de Linden, junto a sus padres. Luego, falleció Hampton
que quiso estar cerca de su ídolo», y luego la hija de Miles Davis decidió
que estuviera junto a su amigo (Ellington), dijo por su parte a Efe Rosalba
Gómez, durante una visita guiada.

No muy lejos de allí se presentan
los conciertos de jazz y han contado con estrellas como el trompetista Wynton
Marsalis, en una cooperación con el Lincoln Center, pero tampoco ha faltado la
salsa o música clásica, organizados por la Woodlawn Conservancy, entre la
variedad de eventos que realiza.

«Los conciertos son para
rendir homenaje a los que están sepultados» y celebrar así su vida, agregó
Gómez.

Una caminata por sus calles,
designadas con nombres, descubre al visitante tumbas llenas de historia y arte
arquitectónico en esculturas y majestuosos mausoleos de diversos estilos y
materiales, que complementan con hermosas puertas o vitrales, construidos para
familias ricas, para prolongar así su vida de lujos, por famosos arquitectos,
que diseñaron y construyeron también la ciudad de Nueva York.

Entre ellos destaca el mausoleo
de la familia Belmont, una réplica de la capilla de Saint Hubert en el castillo
de Amboise, en Francia, donde se enterró a Leonardo Da Vinci, o el de la
familia Woolworth, que revive las tumbas egipcias, digna de un faraón, con sus
esfinges (símbolo de realeza) que cuidan la entrada, y una gran puerta.

Algunos antiguos mausoleos
tomaron hasta diez años en ser completada su construcción porque para esa época
no habían las facilidades con que se cuenta ahora para tallar el mármol u otras
piedras e incluso llevarlas hasta su destino final.

Pero, también se hayan antiguas y
sencillas tumbas de personas de todas partes y diversos estatus sociales que
datan de 1863 hasta el presente y a tono con la época moderna, se han
construido edificios para albergar nichos y cenizas, para todo el que desee ser
sepultado en el Woodlawn, que entregó a la Universidad Columbia la custodia de
los documentos que cuentan su historia y de los que allí descansan. 




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