«Cada tres minutos en promedio una adolescente se embaraza». (Foto Archivo/El Carabobeño)

AFP

De lejos parece una tienda de ropa escolar, pero al acercarse se distinguen tres maniquíes de niñas uniformadas con el vientre abultado: es la «Vitrina de la verguenza», una campaña contra el alto índice de embarazo precoz en Venezuela, la mayor en América del Sur.

«Cada tres minutos en promedio una adolescente se embaraza» en Venezuela, ya sea por descuido, ignorancia, deseo de ser madre, garantizarse recursos de un hombre o para recibir la protección de un criminal, explica a la AFP Gabriela Rodríguez, de la organización Construyendo Futuros que instaló la polémica vitrina en un concurrido centro comercial de Caracas.

En 2012, 22,3% de los nacimientos fueron de menores de 19 años, según el Instituto de Estadística, mientras un reciente estudio del Fondo de Población de la ONU reveló que Venezuela, con 101 nacimientos por 1.000 mujeres de 15 a 19 años, tiene la mayor tasa de embarazo precoz en Sudamérica y la tercera de Latinoamérica.

Los visitantes del centro comercial que se topan con la vitrina se muestran sorprendidos y la miran de reojo sin atreverse a mirarla de frente.

«Es fuerte. Cuando una campaña es buena, habla por sí sola y visualizar un problema es la mejor manera de hacer conciencia», comenta Armando Cárdenas, el creador de la campaña.

 

– Sin proyecto de vida –

 

Entre las razones del embarazo adolescente Rodríguez enumera el descuido de las jóvenes y el desconocimiento de métodos anticonceptivos, pero también la falta de un proyecto de vida ante la pobreza y necesidades en las que viven.

«En los barrios las muchachas están casi programadas: lo que tienen que hacer en sus vidas es ser madres, esperar más allá de 18 años no lo computan (consideran) y 70% de las que son madres no estudiaron y no trabajan», comenta Rodríguez.

Con un hijo de casi dos años, una adolescente de 16 -que prefiere permanecer en el anonimato- reconoce que «anhelaba tener un bebé» porque las mujeres de su poblado eran madres desde adolescentes. 

La joven inició su vida sexual a los nueve años con relaciones ocasionales, que a los 14 se volvieron regulares con su novio hasta que se embarazó.

«Conocía métodos anticonceptivos, pero no los usaba. Y jugando una vez quedé embarazada», afirma con una frase infantil, al admitir que eso de interrumpir el coito falló.

Elizabeth López tuvo su primer hijo a los 17 años cuando todavía iba al colegio, con 25 espera a su tercer bebé.

«Era muy buena alumna. El problema es que a mi mamá le pegó muy duro, lo que hizo fue sacarme del liceo. Me retiró por la pena de que mis compañeras me vieran con el uniforme» embarazada, dice a la AFP López, quien sin embargo concluyó sus estudios y es maestra.

 

– Seguridad económica y personal – 

En un barrio del suroeste de Caracas, un albergue religioso asiste a mujeres embarazadas de escasos recursos desde 1950. En sus instalaciones ha llegado a asistir a 120 embarazadas a la vez, la mitad de ellas adolescentes o de 10 años incluso. 

«Cuando iniciamos, eran madres solteras, pero adultas. En los 1970 fue cuando empezamos a ver el fenómeno de las madres adolescentes y se ha agudizado a partir de los 1980 y 1990», comenta la religiosa Yolanda Zambrano, quien dirige el albergue de la orden Hijas de la Caridad de San Vicente de Padúa.

En sus salones y grandes patios, las jóvenes madres pobres son asistidas en el nacimiento de sus hijos, continúan su educación y son capacitadas.

«En la zona rural es normal que de 14 ó 15 años se casen, tengan hijos, pero el ambiente no es hostil. En las ciudades es donde el embarazo adolescente representa un problema, sobre todo en los barrios con esta descomposición social y la violencia», reflexiona la religiosa.

Venezuela, según la ONU, es el segundo país más violento del mundo y la hostilidad se recrudece en los empobrecidos barrios capitalinos, donde la maternidad puede ser sinónimo de seguridad económica o personal ante la criminalidad.

«Hay chicas que reconocen que su sueño es tener un hijo con el malandro (criminal) más malandro del barrio para que las proteja», asegura Zambrano.

Rodríguez coincide en que la maternidad puede ser garantía de seguridad porque tener un hijo del «pran» –jefe criminal– te da protección.

«Hemos escuchado a chicas decir que para salir adelante quieren tener un hijo con el mototaxista o con el ‘pran’ porque el primero tiene dinero (…) y el segundo te da seguridad. Y poco importa que (estos hombres) tengan otras mujeres o hijos en el barrio», lamenta Rodríguez.




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