China reaccionó cuando Japón le puso nombre a 158 islas frente a sus costas (Foto Internet)

AP

¿Golfo Pérsico o Golfo Arábico? ¿Mumbai o Bombay? ¿Malvinas o Falkland?

Algunos nombres geográficos no nos dicen simplemente dónde vivimos o hacia dónde vamos. Tienen un trasfondo político y pueden generar muchos conflictos.

China reaccionó firmemente la semana pasada cuando Japón le puso nombre a 158 islas frente a sus costas. Cinco de ellas son reclamadas por ambos países y tienen nombres distintos: son las islas Diaouyu para los chinos, las Senkaku para los japoneses.

“Ninguna acción unilateral por parte de Japón va a cambiar el hecho de que Diaoyu y las islas que la rodean pertenecen a china”, declaró el portavoz del ministerio del Interior chino Qin Gang en alusión a las islas en el mar de China Oriental.

Uno de los ejemplos más mencionados, probablemente por la virulencia conflicto, que llegó a las Naciones Unidas, es el que enfrentó a griegos y turcos en Chipre en la década de 1970. Comenzó cuando los tucos ocuparon el norte de la isla en el Mediterráneo y cambiaron los nombres griegos de algunas localidades, dándoles nombres turcos.

En una carta a la conferencia de la ONU sobre nombres geográficos, Chipre acusó a Turquía de cometer “todo tipo de atrocidades sin precedentes” contra la población griega, según un cartógrafo israelí jubilado, Naftali Kadman, quien tuvo acceso a esos documentos.

“Queda demostrado que los nombres geográficos pueden ser algo explosivo, o, en términos populares, una papa caliente”, escribió Kadman en un artículo publicado en el 2004 por The Cartographic Journal en Gran Bretaña.

El Estado Federado Turco de Chipre, que según Kadman no fue reconocido por la ONU, respondió diciendo que “los cambios injustificados de nombre han sido un pasatiempo político de los líderes greco-chipriotas por mucho tiempo”.

El estudio de los nombres geográficos es una disciplina llamada toponomía u onomástica geográfica, cuyos especialistas dicen constituye algo más que una inquietud académica.

“En cierto sentido, un nombre refleja la propiedad (de un lugar), porque implica la comprensión y la legitimidad del legado cultural e histórico de quienes acuñaron ese nombre”, expresó el profesor Dan Montello en el portal del departamento de geología de la Universidad de California, en Santa Bárbara, en el 2010. “Es por ello que los colonizadores y quienes reclaman un territorio generalmente cambian la toponomía, y los dueños originales le vuelven a dar su viejo nombre si se les presenta la oportunidad”.

Saigón pasó a ser Ciudad de Ho Chi Minh en 1976, cuando el norte derrotó al sur en la Guerra de Vietnam.

Desde 1984 se habla de Burkina Faso, no del Alto Volta, como los colonizadores franceses llamaban a ese estado de Africa occidental.

En la India, otrora colonia británica, Bombay se convirtió en Mumbai en 1995 y al año siguiente Madras fue renombrada Chennai.

Los argentinos, por su parte, hablan de las islas Malvinas para aludir a un conjunto de islas que ocuparon en 1831 y del que fueron expulsados por los británicos dos años después. Los británicos las nombraron Falkland, el nombre del estrecho que separa las dos islas más grandes. Malvinas es un derivado del nombre Iles Malouines, como bautizó a las islas el explorador francés Louis Antoine de Bougainville en 1974.

Los políticos a veces cambian los nombres para estimular el nacionalismo de la gente. Muchos residentes de Mumbai todavía se resisten a usar ese nombre, elegido por un partido que llegó al poder luego de atizar violentas manifestaciones contra los musulmanes, de acuerdo con Naresh Fernandes, autor de ““City Adrift: A Short Biography of Bombay” (Ciudad a la deriva: Una breve biografía de Bombay).

“Dadas las sangrientas circunstancias en que se cambió el nombre, la palabra Mumbai me huele a triunfalismo presuntuoso. Para mí siempre será Bombay”, dijo Fernandes, quien cubrió la noticia del cambio de nombre para la Associated Press en 1995.

En las aguas de Asia oriental, numerosas islas son reclamadas por más de un país.
El que Japón haya nombrado 158 islas, no los nombres, es lo relevante en este caso, pues ahora más de 500 islas que Japón usa para definir sus aguas territoriales tienen nombres japoneses.

“Darle nombre a tantas islas deshabitadas es una apuesta única, que refleja la inquietud de Tokio de que Beijing pueda nombrar y reclamar esas islas”, dijo Jeff Kingston, profesor de historia contemporánea de Japón en la Universidad de Temple de Tokio.

Los cambios de nombres pueden generar curiosidades diplomáticas. El gobierno militar de entonces en Burma adoptó el nombre de Mianmar en 1989, pero países como Estados Unidos siguen usando Burma, el nombre preferido por sectores de la oposición en ese país. En una visita a fines del 2012, el presidente estadounidense usó “Mianmar” cuando habló con el presidente de esa nación, y “Burma” cuando conversó con la líder opositora Aung San Suu Kyi.




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