La llama cambió de tamaño y de función en la única fábrica
de tanques de gasolina del país. La sopladora sigue apagada. Tiene 10 meses sin
producir. Pero un pequeño fogón se enciende en las puertas de la planta cada
fin de semana, donde sus trabajadores preparan y venden sopa para lograr suplir
parte de sus salarios suspendidos con el cierre de la empresa el pasado 29 de
septiembre. La crisis de divisas fue la matriz de esta situación derivada de la
paralización de las ensambladoras de vehículos, que fueron durante toda su
historia sus únicos clientes.

 

Nueve personas de las 23 que inicialmente conformaban la
nómina de Suramericana de Soplados no han abandonado las instalaciones de la
compañía ubicada en Los Guayos desde que fueron sorprendidos por los patronos
con un cartel que anunciaba el cese de las operaciones tras registrar nueve
meses sin facturación. Han logrado su sustento con la venta improvisada de
sopa, con la que han podido también cancelar a tiempo los servicios básicos de
la planta.

 

Yepzi Rodríguez, secretaria general del sindicato, ha
acudido a diferentes instancias nacionales y regionales. En la gobernación no
ha sido atendida. “Ni Héctor Breña, ni Saúl Ameliach ni el gobernador nos han
permitido una audiencia”. Solo logró que el 16 de diciembre de 2014 una
comisión de la Sundde realizara una inspección, se nombrara una junta
interventora que ella misma preside, y de acuerdo a la Gaceta Oficial 40571 del
30 de diciembre se iniciara un proceso de ocupación temporal por 180 días. Pero
el tiempo pasó y el único resultado obtenido ha sido el silencio y el abandono.

 

El concepto de empresa recuperada por sus trabajadores no ha
podido ser aplicado pese a la transcendencia que implica ser la única fábrica
de tanques de gasolina del país con una capacidad de producir 480 unidades
diarias para Ford, General Motors y Chrysler que dependen ahora de la
importación en tiempos de escasez de divisas. Las intenciones de Rodríguez
están enfocadas en retomar esa cartera de clientes y ampliarla con las
ensambladoras que administra el Estado.

 

La sopladora, principal maquinaria de la compañía, no ha
podido ser reactivada pese a los intentos de diferentes especialistas. Al
parecer el software tiene una falla. Mientras tanto, los nueve trabajadores que
permanecen en el lugar están elaborando un proyecto para la fabricación de
envases que suministrarían a industrias de lubricantes de motor. Esperan
tenerlo listo en dos semanas y presentarlo al Ejecutivo. También se organizaron
en una cooperativa, pero solo para fines comerciales cuando se dé el arranque
de la producción. Por ahora desconocen el estatus legal de la empresa. “Todo lo
que está aquí tiene dueño y no somos nosotros. No sabemos si es el Estado o los
patronos que nos abandonaron”.




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