Sin distingo de clase social, política o de edad las colas persisten. (Foto José López)

Litzy Sanz Nava || lsanz@el-carabobeno.com

Los meses han pasado y las colas de consumidores en Puerto Cabello, con o sin captahuellas, para la compra de alimentos e insumos de primera necesidad se mantienen.

En farmacias, supermercados y comercializadoras la búsqueda de alimentos y artículos de higiene con fallas de abastecimiento persisten. Los Mercal y Pdval son tan visitados como los establecimientos privados.

Cuando se les consultó este sábado a quiénes esperan en esas filas, cuántas colas hacen en un día, la mayoría respondieron que hasta cuatro. Leche, azúcar, café, pañales, papel higiénico y hasta gel para el cabello, son los productos más buscados.

De cara a la insistencia de las autoridades de Gobierno, en señalar que la escasez obedece a una guerra económica y que es el sector privado es el que acapara los productos subsidiados para venderlos luego con sobreprecio y afectar el poder de compra de los venezolanos, está el fracaso de todos los procedimientos implementados para que de forma aleatoria, a las persona le corresponde el derecho, para asignación de días y horas, al comprar esos productos requeridos.

Fin de semana para todos

Los fines de semana la gira se hace más cuesta arriba. En promedio, según su propia versión, quienes hacen compra sábado o domingo no tienen las mismas oportunidades que quienes lo hacen en el día de la semana que según el terminal de su cédula lo permita.

La compra está supeditada a la disponibilidad. Si en una cadena de supermercados para el lunes los productos disponibles son harina y azúcar, es lo que se vende. Para el martes bien puede ser detergente en polvo y jabón azul. Y así sucesivamente con cada día de la semana.

Sin privilegios

Con cada vez más pericia para la adquisición de estos productos, los consumidores invierten entre dos y cinco horas en cola para poder llevarlos a sus hogares. Adultos mayores y mujeres embarazadas deberían tener la opción de ingresar primero.

Pero este sábado no fue así. Un centenar de abuelos que desde las 3:00 am hacían cola para ingresar a una comercializadora local debieron aguardar hasta avanzada las 10:00 de la mañana para que los dejaran entrar.

El que la cola de clientes no privilegiados estuviese más larga fue el argumento dado para mantenerlos por más de seis horas primero expuesto al rocío de la lluvia nocturna que azotó la jurisdicción y después a un inclemente sol.

El botín para todos fueron dos kilos de leche y un paquete de pañales. A escasas cuadras en una cadena de farmacias el trofeo a cambio de cuatro horas de cola fueron dos kilos de detergente, dos frascos de shampú para el cabello y un paquete de toallas sanitarias.




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