Impeachment: el juicio a un presidente corrupto

Fabio Solano / [email protected]

La verdad es que el Presidente se había convertido en una vergüenza. A dos años y medio de asumir la presidencia no mostraba nada positivo. La inflación estaba en 991 por ciento; millones sufrían por el desempleo, escasez de comida y delincuencia. Ahora quedaba claro que el mandatario se había dedicado a robar.

La ola de descontento era general. Sólo en sus cuentas personales detectaron seis millones y medio de dólares, depositados sin justificación alguna.Tenía un ministro experto en estas tramoyas. Hasta un pequeño Fíat de uso personal de Collor fue pagado con dinero sucio. Ahí comenzó el asunto. Los políticos se pusieron las botas de guerra y se produjo un gran escándalo, hasta que decidieron pasar todo al Congreso. En el parlamento tenían la manera de acusar al mandatario y al gobierno

Impeachment, era la solución. Vergüenza, bochorno, la traducción. Lo inventaron en Inglaterra en la Edad Media, cuando el parlamento acusó al Rey y sus funcionarios de derrochar el tesoro del país. Lo avergonzaron con la acusación.

Quinientos años después Impeachment era lo mismo: acusación y juicio al gobernante que derrocha o roba los dineros públicos. Marcelo cerró el diccionario. El joven estaba muy afectado por lo que acontecía con el Presidente. Había participado en la campaña y ahora se sentía engañado. Su familia fue perseguida por los militares, de manera que cuando se dio la apertura y anunciaron las elecciones, todos se decidieron a participar. Algunos se fueron por apoyar a Fernando Collor de Mello, entre ellos el propio Marcelo. Y su prima, metida de lleno en la campaña, lo llevó a un comando del candidato. Se lo presentaron y puso su camioneta a la orden. Con ella recorrió las favelas, con un aparato de sonido, llamando a votar por el candidato. Ganó el suyo y él siguió en la universidad.

Marcelo tenía sobre la mesa las últimas informaciones de los periódicos. Ahí estaba la revista “Veja” con la entrevista a Pedro Collor de Mello, el propio hermano del Presidente, quien denunció públicamente la corrupción. Nombraron una comisión parlamentaria para investigar. Las denuncias llovieron y quedó en evidencia que su ministro estrella, Paulo César Faria, era un bandido de alto vuelo. Empresas fantasmas a granel con los dólares para los corruptos, incluyendo a Collor de Mello.

El Presidente había ganado con 35 millones de votos y acosado por las denuncias calculó que tendría buen respaldo. Convocó a miles y pidió que se vistieran con la bandera de Brasil. La gente salió, pero fue vestida de luto, exigiendo al gobernante que se fuera. El “New York Times” reseñó la marcha del 19 de septiembre de 1992, describiéndola como la más grande, con 750 mil personas gritando “Impeachment ya”. En esa reseña apareció Lula Da Silva, candidato derrotado, declarando que no se podía negociar con un hombre “que ha robado millones”. 

Marcelo siguió repasando: La comisión llevó a la Cámara de Diputados las pruebas recabadas en un expediente de tres mil páginas. Ahí tenían de todo, copia de 40 mil cheques, nombres de altos funcionarios implicados en corrupción, creación y uso de empresas registradas en paraísos fiscales. Aparecían Petrobras, la línea área Vasp, Banco Central y hasta la primera Dama, acusada de tomar los fondos de la Legión Brasileña de Asistencia. Con esos recaudos y todo un país pidiendo justicia, exigiendo a gritos aplicar la ley a los ladrones, en sesión del 29 de septiembre de 1992, los diputados aprobaron el juicio político al Presidente Collor de Mello. De inmediato pasó la decisión al Senado, y el 2 de octubre esa cámara dio su aprobación.

El mandatario era separado de su cargo por 180 días, lapso previsto para que los parlamentarios tomaran una decisión definitiva. Itamar Franco asumió la presidencia. Fue cuando millones de brasileros pensaron que se haría justicia. Pero Collor de Mello no era tonto y sabiendo que ya no tenía vuelta atrás, luego de contar los votos posibles, renunció en un intento de escapar de la justicia. Marcelo al saber de la renuncia pensó: “De la historia no podrá huir. En la memoria del pueblo quedará como el Presidente inepto, corrupto y ladrón que fue”.

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