EFE

 Irán vive estos meses
lo que ha sido bautizado por sus protagonistas como la «Edad de Oro»
del rock, con un mayor interés popular en este género y con cada vez más
facilidades y permisos oficiales para conciertos y grabaciones, entre ellos, el
primero a una banda local para cantar en inglés.

Las guitarras estridentes, los poderosos ritmos de batería y
las canciones veloces y contundentes del rock, hasta hace bien poco proscritas
por el estricto régimen islámico, han ido encontrando desde que asumió el poder
el moderado presidente Hasán Rohaní en agosto de 2013 un camino fuera del
movimiento «underground», como se conoce en Irán a toda la música que
se hace sin permiso oficial, y por lo tanto, ilegal.

Piclavier, un conjunto formado por cinco jóvenes de Teherán,
ha sido el primero de estos grupos en obtener permiso para tocar en directo su
música rock, más bien tirando hacia el «heavy metal», con letras en
inglés.

Con dos conciertos «de gran éxito» en el último
año y un álbum en camino, los integrantes de Piclavier viven con satisfacción
este momento en el que a su juicio «el rock está encontrando su verdadero
lugar», tanto por la «saturación» que el público siente hacia
otros géneros como el pop o el tecno, como por la sensación de que en los
últimos tiempos se siente en Irán «una sociedad más libre para trabajar en
la música».

Así lo explico a Efe Mehran Mojtarpur, el vocalista y
compositor del grupo, quien consideró que en la actualidad los únicos con
problemas en Irán para lanzar una banda son «aquellos que no saben como
luchar con las regulaciones del sistema».

«Cada país tiene sus normas y sus regulaciones y
tradiciones. Hay que respetarlas si uno quiere hacer algo. Vivimos en un país
donde mucha gente nos considera reprimidos, pero la realidad no es tan
categórica. Nosotros no somos una anomalía. Seguimos las reglas y obtuvimos los
permisos», indicó.

En Irán, cualquier artista que quiera dar un espectáculo
debe pedir permiso al Ministerio de Cultura y Guía Islámica, que debe
garantizar que cumpla con los preceptos del régimen.

Durante los primeros años de la Revolución Islámica, toda
música de origen occidental fue vista como contraria al régimen y en la
práctica eliminada de la vida iraní, una actitud que se fue relajando con el
paso de los años.

En cualquier caso, la censura previa a la que deben
someterse todos los artistas en Irán descarta de plano cualquier canción
inspirada en el viejo lema «sexo, drogas y rock and roll», así como
en cualquier otro tema político controvertido.

Por este motivo, muchos músicos iraníes optan por emigrar
para desarrollar libremente su arte, particularmente a Los Ángeles, en donde
existe una enorme comunidad iraní y se graban discos de todo tipo de géneros
que luego entran al país de contrabando.

Pese a esta situación, Mehdi Mirzabagherian, productor y
manager de Piclavier, insistió en que hoy en día obtener permisos para actuar
«no es difícil» pese a algún problema que pueda surgir con los más
recalcitrantes enemigos de la liberalización cultural.

Precisamente, el primer concierto programado de Piclavier a
principios de este año tuvo que ser suspendido por problemas
«burocráticos» y por presión de grupos radicales, un obstáculo que
pudo sortearse apenas dos semanas después con ayuda de las autoridades y con
una muy buena respuesta del público y la prensa.

«Lo que ocurre es que muchos grupos no quieren salir
fuera del «underground», ni trabajar en el marco oficial, o sus temas
no les permitirían obtener permiso», razonó el productor.

Mirzabagherian apuntó que otras bandas como
Comment, Oham o el vocalista Farshid Arabí, que tocan rock y lo cantan en
farsi, han dado conciertos con permiso oficial en los últimos años, algunos de
las cuales salieron del entorno «underground» sin ningún problema.




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