El sabio José Manuel Briceño Guerrero. (Foto Archivo/ El Carabobeño))

Julio Rafael Silva Sánchez

Sería el recuerdo de otro ilustre escritor llanero, el narrador José León Tapia, el que nos reuniría en Barinas el invierno del año 2008, cuando la Unellez y el cabildo barinés le rendían un homenaje póstumo al autor que rescatara la huella de Zamora, Maisanta y otros caudillos venezolanos injustamente ignorados por la historia convencional.

Allí, en los frescos jardines de la vieja Casa Pulideña, actual Museo de la Cultura Alberto Arvelo Torrealba, escucharíamos, por primera vez, la dicción perfecta, con cierto tono irónico y musical, de José Manuel Briceño Guerrero (Palmarito, 1929 – Mérida, 2014), este singular filósofo, poeta, filólogo, narrador, educador, ensayista, sabio del monte, aprendiz de malandrín a lo Lazarillo de Tormes, apureño por los cuatro costados, quien nos deslumbraría con su brillo intelectual, su encanto personal y su inagotable conocimiento de lo divino y lo humano, al relatarnos su amistad con Tapia, en palabras aderezadas con pasajes de su peregrinaje existencial, sus andanzas literarias y su larga experiencia docente.

Reseñando una extensa (e intensa) obra literaria

Habíamos leído algunas de sus obras, contaminados por el enardecido entusiasmo de uno de sus amigos más conspicuos, nuestro recordado Pedro Crespo, quien, con su elocuencia y vehemencia acostumbradas, al final de alguna tardecita de bohemia, nos hablaría de El laberinto de los tres minotauros (publicada en 1994) e insistiría en señalar que – a su juicio – el mayor valor de la obra radica en ese fermento iluminador que nos lleva a la aventura de pensar en términos de lo que somos, o no somos, un tema que toca nuestras fibras más íntimas, nuestra herencia racial y cultural contradictoria, nuestras debilidades y fortalezas como continente mestizo, nuestra natural tramposería y rebeldía, nuestra condición “occidental” y la inevitable dependencia de la cultura europea.

Luego, con su mirada de trovador contumaz perdida en lontananza, Pedro citaría de memoria ciertas frases del libro que lo habían impactado, como ésta: “Hay secretos que solo pueden revelarse en la comunión integral de dos amigos durante alguna forma de embriaguez, pero esa experiencia solo deja recuerdos imprecisos. O entre dos enemigos en la lucidez del combate cuerpo a cuerpo para la muerte o el orgasmo.” (p. 331)

Nos hablaría de otras obras de Briceño Guerrero y comentaría, primordialmente, dos de ellas: Anfisbena. Culebra Ciega (de 1992), en la cual el maestro, el poeta, el más andino de los filósofos griegos nacidos en el llano -diría- se empina una vez más en la búsqueda del significado final de nuestras existencias, en afirmaciones como ésta (y nuevamente Pedro citaría de memoria, en una actitud tal vez premonitoria: “Antes de morir, los agonizantes repasan toda su vida en segundos. De los muertos se dice que desandan cuando no pueden olvidar las cosas del mundo debido a los muchos apegos y a la falta de ritos funerarios que los ayuden a desprenderse (…) Lo que te toca es despedirte, separarte, arrancarte. No te dejes atrapar por esa red verbal que paraliza en los hombres la chispa muda del padre.

Chisporrotea hacia el silencio, libérate. Quema tus palabras. Tal vez no tengas una segunda oportunidad. Sé valiente ahora.” (p. 437).

Pedro nos hablaría de Dios es mi laberinto (de 2013), el último libro del filósofo, con el cual sumaría más de 30 títulos publicados en su largo y exitoso periplo intelectual (obra que le merecieron, entre otros muchos reconocimientos, el Premio Nacional de Ensayo, en 1981 y el Premio Nacional de Literatura, en 1996).

En estas páginas Briceño Guerrero esboza una posible salida del laberinto. Y en el ejemplar que nos obsequiara, días antes de su sorpresiva partida, el poeta caroreño había subrayado en tinta roja: “El que siembra cariño también cosecha formas de cariño más complejas, ligadas a una comprensión verdadera o una incomprensión, diría que divina, que conduce a un acercamiento a ese tema de lo divino.” (p. 51)




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.