Al menos siete máquinas datan del siglo XIX. (Foto EFE)

EFE

El taller de locomotoras de vapor de La Habana, una rareza a cielo abierto que en los últimos años ha atraído a turistas y expertos, desaparecerá en unos meses cuando cumpla su meta de restaurar 40 máquinas construidas entre 1878 y 1925, como homenaje a la historia de Cuba y su singular patrimonio.

Desde 2007, las vetustas locomotoras se fueron amontonando en una parcela ubicada al fondo del Capitolio Nacional, donde un pequeño equipo ha trabajado para rescatarlas, sin publicidad, mientras muchos creían que la nave era un «cementerio» o «parque jurásico» del ferrocarril.

«Se trajeron desde muchos lugares de Cuba, donde hay una relación sentimental con esas locomotoras. Su historia está imbricada con la historia del azúcar, y esa es, a su vez, la historia del pueblo cubano», dijo a Efe Ariel Causa, uno de los encargados del proyecto.

Causa trabaja para la Oficina del Historiador de La Habana, la entidad que decidió restaurar, con vistas a su exhibición pública y como atractivo turístico, un total de 40 locomotoras de vapor entre las más de 200 que hay en la isla, donde son consideradas patrimonio desde 2004.

Sin grúas y con métodos arcaicos, una veintena de hombres encabezados por el contratista Raúl Abreu sacó las máquinas de antigua centrales azucareras o campos inhóspitos, con poleas, ganchos e improvisadas rampas para subirlas a los remolques que las trasladaron a La Habana.

Abreu, un técnico de experiencia que se crió en una familia de ferroviarios, confesó a Efe que realizar ese traslado les costó siete años y se hizo sin apenas recursos, por lo que ha sido el logro «más importante» del proyecto.

«Nuestro trabajo es diferente al de otras partes del mundo. No usamos tecnología, no compramos piezas nuevas, lo hacemos todo de modo rudimentario», comentó Abreu.

Ahora, si no surgen problemas, en lo que queda de año se concluirán las reparaciones para completar esta peculiar colección, cuyo valor mínimo de subasta antes de la rehabilitación se calculó en casi siete millones de dólares.

Al menos siete máquinas datan del siglo XIX y una de ellas, la más antigua, es de 1878 y estuvo funcionando 127 años.

Dos locomotoras son de origen alemán y el resto fueron construidas por fabricantes de Estados Unidos en el siglo XIX, como Baldwin Locomotives y Rogers Locomotives Works, y sirvieron a la industria azucarera o al transporte público durante los años de esplendor del ferrocarril en Cuba.

En 1837, la isla se convirtió en el primer país de Iberoamérica en tener vía férrea, un suceso que marcó su desarrollo posterior al extender de oeste a este del territorio las líneas de transporte e impulsar la industria del azúcar, hasta hace pocos años eje de la economía local.

Aunque la era del vapor llegó a su fin aproximadamente a mediados del siglo XX, Cuba siguió utilizando las locomotoras sobre todo en el sector del azúcar.




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