Fedecámaras reportó en 2014 que en los últimos 10 años han desaparecido unos 200.000 empleadores. (Foto rchivo/El Carabobeño)

Luis Carías Toscano |Lcarias@el-carabobeno.com

La crisis económica que padecen los venezolanos les ha obligado a ingeniar nuevas formas de ingreso, como la informalidad que crece en el país a expensas de la reducción de empleos formales y los niveles salariales que lucen cortos para compensar a la inflación más alta del mundo.

Diego Castillo es ingeniero, pero nunca ha ejercido su carrera. Se dedica a trasladar pasajeros en su automóvil personal a lo largo y ancho de Caracas. Así, cuenta, consigue al menos 2.500 bolívares diarios, suficientes para mantener a su familia. Claro, reza para no tener que reparar su vehículo, pues la escasez de repuestos complica sus labores.

“No se trata de alentar la informalidad, sino de observar una realidad”, expuso Alfredo Padilla, presidente de la Asociación de Trabajadores Emprendedores y Microempresarios, quien recordó que según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), 42% de los venezolanos trabaja en la informalidad.

Es también el caso de Wilson Gutiérrez. Cuando el autobús se estaciona para recoger pasajeros, él se pone de pie y ofrece al conductor una botella de un litro de agua mineral. Con esa labor acumula cerca de Bs 1.200 diarios y ayuda a las personas a ubicar más fácilmente la camioneta acorde a su destino.

La economía informal es, sin embargo, un universo, compuesto no solo por la buhonería, sino también por cualquier tipo de trabajador por cuenta propia. “Si cierra una ensambladora, la opción de un padre de familia, habitante de un sector popular, es conseguir otro trabajo o reinventarse. Es probable entonces que se dedicará a la mecánica”.

No es de extrañar entonces que se vea a una enfermera cuidando ancianos después de su turno en un hospital o a maestras que auspicien las clases particulares para obtener ingresos adicionales. “No es solo una alternativa, sino que para muchos es una necesidad para combatir la inflación”.

Según datos a noviembre de 2014, y a la espera de la publicación de la cifra definitiva, en Venezuela la inflación se ubicó en 63,6%, según el Banco Central, un resultado que, junto al contrabando y acaparamiento de productos, el Gobierno atribuye a una “guerra económica” por parte de empresarios, mientras que la oposición lo achaca a una mala gestión económica.

La informalidad como refugio

Lo negativo de la informalidad es que también sufren la enfermedad de una economía con una tasa de escasez alrededor del 30% -no hay cifras oficiales desde abril de 2014-, pues los insumos que les permiten desarrollar su trabajo son cada día más difíciles de conseguir. “Quienes preparan tortas tienen demasiadas complicaciones. A veces se ven obligados a comprar los productos más caros de sus precios regulados”.

Sobre ello insiste Gerardo Alí Poveda, integrante del Movimiento en Defensa del Patrimonio Familiar, quien aseveró que la informalidad es “sobrevivencia”, pues si bien existen trabajadores por cuenta propia con grandes ingresos, no tienen la holgura económica de antaño. “Es un refugio ante la desaparición de puestos formales”.

Mientras se crean cerca de 300.000 puestos anuales de trabajo, las plazas formales más bien van en dirección contraria. Fedecámaras reportó en 2014 que en los últimos 10 años han desaparecido cerca de 200.000 empleadores por las condiciones económicas.

En el otro extremo también están los emprendedores, personas que instalan peluquerías en sus casas, trabajadores del sector construcción, otros que hacen labores mecánicas, cuyos niveles de ingreso son reducidos y tampoco tienen acceso a prestaciones sociales, por lo que su calidad de vida está por debajo.




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