Sara Pacheco
Pasaban las nueve de la mañana y Ernesto González aún estaba en la cola. El tráfico era lento, más de lo usual, en una hora donde se supone que ya no debería existir tanta afluencia como en horas pico, cuando todos se dirigen al trabajo o clases. La autopista del Este llevaba varios días comportándose igual.
(Foto: Saúl Zerpa)
González necesitaba ir a la avenida Rojas Queipo, desde la autopista es necesario subir en el distribuidor fábrica de cemento. Al llegar supo de inmediato la razón de la cola. Una grúa montaba un vehículo nacido en los 90’. Un caucho había explotado, con él se dañaron otras piezas circundantes. Evidentemente era el de repuesto.
La razón del hecho fue fácil de adivinar, la cantidad de huecos y baches, hacen de la pequeña rampa, una ruta abismal. Donde los carros delicados con mayor antigüedad, transitan a la velocidad de un caracol, de esta manera evitan daños.
(Foto: Saúl Zerpa)
La situación se remonta a varios meses. Un bote de aguas blancas agudiza el problema y ningún ente se ha visto trabajando en el sitio. Ernesto González seguirá aguantando las colas como miles de valencianos hasta que los organismos competentes resuelvan el problema, siempre rogando no ser parte de la cifra de los accidentados.