Desde el banquillo, la lectura del partido fue clara. (Foto AFP)

Daniel García Vargas
dgarcia@el-carabobeno.com
PERSONALIDAD:

Luego de las dudas por el pronto arranque del proceso de Noel Sanvicente, Venezuela logró saltar al terreno de juego con una personalidad definida. Fue un conjunto colaborador y competitivo que se adaptó a los requerimientos del partido. Al atacar, supo hacerlo con peligro sin que esto lo mermara a la hora de defender y cortarle los circuitos al rival.

BLOQUE CORTO:

La selección supo mantener la primera y segunda línea unida durante los 90 minutos y lejos del área para no ceder esos espacios que Colombia sabe explotar con velocidad técnica y pegada. Además, la tropa nacional supo ejecutar los relevos y las rotaciones entre Roberto Rosales y Andrés Túñez para exponer menos a un Fernando Amorebieta amonestado a los 24 minutos. Por las bandas, Rosales y Amorebieta ganaron los mano a mano para obligar a que el rival estuviese los 90 minutos buscando nuevas propuestas.

CONCENTRACIÓN:

Tomás Rincón, Luis Manuel Seijas, Oswaldo Vizcarrondo y Andrés Túñez, como responsables de frenar los avances por dentro, tuvieron actuaciones casi perfectas con despejes bien ejecutados y rebotes siempre referenciados. Pese a que cometieron pecados en las transiciones, contaron con la determinación para rearmarse en 10 segundos o menos y solventar exitosamente la situación.

CAMBIOS CORRECTOS:

Desde el banquillo, la lectura del partido fue clara. Con el triunfo parcial, Noel Sanvicente dio entrada a tiempo a Franklin Lucena (Seijas), César González (Vargas) y Gabriel Cichero (Arango), para fortalecer el músculo en el mediocampo al momento en que el cansancio de los titulares, y la puja colombiana por la paridad, estaba en su máximo apogeo.

CONFIANZA:

Luego de estar por periodos alejados de la selección por diferentes motivos, Alejandro Guerra y Ronald Vargas volvieron a la selección con su mejor cara. Ambos fueron el motor en el mediocampo y le ahorraron trabajo a Juan Arango. La dupla logró multiplicarse en distintas labores para recuperar pelotas, salir e incluso generar, asistir o rematar al arco. Alain Baroja mostró personalidad en el arco pese a no ser un regular en el grupo. Ordenó y cumplió bajo los tres palos.

UN MATADOR:

Venezuela había tocado las puertas desde los primeros compases a través de Alejandro Guerra, Juan Arango y Ronald Vargas. Salomón Rondón se había quedado retrasado en labores de pivoteo y traslado del medio hacia adelante, sin embargo en el momento más necesario, apareció en el lugar predilecto de los “9” para empujar el balón al fondo de la red y hacer la diferencia.

COMEDIDOS:

El juez principal se mostró renuente a la fricción dentro del terreno de juego. Por el portento físico de ambos combinados, se esperaba un partido de esa magnitud. Pese a las múltiples amonestaciones con este tipo de acciones, el grupo consiguió la fórmula para enfrentar sin caer en faltas (al menos cerca del área) y así propiciar más oportunidades a balón detenido o complicarse con expulsiones.




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