Clientes deben llevar jabón y suavizante para ser atendidos. (Foto Eduardo Valencia)

Dayrí Blanco

La rutina de Anastacia Machado cambió. Con su agenda apretada entre los estudios y el trabajo suele planificar cada detalle de su jornada diaria. Pero la escasez ha quebrantado su organización. Como cada semana, a las 11 am fue a la lavandería de costumbre, pero no recibió el servicio. No hay detergente ni suavizante. Ahora debe llevarlo ella. Tendrá que reestructurar su tiempo para emprender el ya común peregrinaje en busca de los productos de higiene.

Como a ella, a muchos clientes les sorprendió la nueva medida. Carlos Ortegano, dejó clara su inconformidad. Desde hace un año ha optado por ir cada semana a la lavandería por las deficiencias del servicio del agua de su casa. Llega con intermitencia y de mala calidad.

Pero en otros negocios no es algo nuevo. Durante los 15 años que Mary López ha atendido su propio establecimiento, desde hace cuatro meses por primera vez dejó de ofrecer el paquete de lavado con jabón incluido. Antes los proveedores le despachaban semanalmente, ahora se limita a atender a quienes lleven todo lo necesario para asear su ropa.

Esto le ha traído como consecuencia que su facturación haya caído en 50%. “Los clientes vienen, se quejan porque no hay detergente y se van sin el servicio. Ahora solo puedo atender a quienes tienen la suerte de conseguir jabón”.

Fallas de luz y agua

Alba Ángulo lleva las riendas del negocio de la familia que por más de 25 años se ha mantenido a flote. Sin lujos ni equipos modernos reciben un importante número de clientes a diario. Pero desde hace algún tiempo su horario de trabajo no es el mismo. Varía según la intermitencia de los servicios de luz y agua.

A puertas cerradas, en reiteradas oportunidades ha tenido que quedarse en el local durante la noche para poder cumplir con la entrega a tiempo de ropa limpia. Los martes y viernes no hay agua. Y los lunes y miércoles en la tarde suspenden la electricidad. Solo los jueves estaba atendiendo en jornada normal a los clientes. Pero la semana pasada ese día a las 2 pm también se vio interrumpida la luz.

Lo mismo ha pasado en la lavandería de Mary López. Dos o tres veces a la semana van personas su comercio que deben esperar por horas o volver otro día para lavar la ropa porque el servicio eléctrico lo suspenden sin aviso. “Aunque la prensa publica los supuestos cortes programados, eso no se cumple. La quitan cuando les provoca”.

La mala calidad del agua también ha afectado la estructura de costos de algunos negocios más pequeños. Han tenido que invertir en filtros para evitar que las prendas de sus clientes se manchen.

Todo indica que la agenda de Anastacia Machado no es lo único que ha sufrido por la crisis que atraviesan las lavanderías. Algunas, como la que administra Luis Delgado, podrían cerrar sus puertas ante la imposibilidad de reparar las cuatro máquinas que se mantienen inoperativas. No consigue los repuestos y si se dañan las únicas dos que funcionan, sería el fin del negocio.




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