Estefanía Rosales Coronel

Érika León es una lectora voraz, pero conseguir libros de una de sus autoras favoritas de novela negra, Mari Jungsted, es -en sus palabras-, un rollo. Están muy costosos. Una novela puede estar en 3.000 Bs o más. Pero, además, la mayoría de los títulos que llegan son los más comerciales, no los que ella suele leer. “Hay escasez de libros”.
 

Los anaqueles de los supermercados no son los únicos que se han vaciado en los últimos años. En las librerías la situación es similar. Los resultados del informe El Libro en Cifras del Centro Regional para el Fomento del Libro de América Latina y El Caribe (CERLALC) lo demuestran: En 2013 se produjeron 197 mil nuevos títulos en castellano. De ese total, Venezuela elaboró 1,8%.

Cuando arrancó este estudio en 2010, el país registró 3749 títulos bajo el ISBN (sistema internacional de registros editoriales) ese año. En la 7° edición del informe, la cifra bajó a 3199. Un vistazo a las cifras de importación y de 45.613 miles de dólares destinados a importaciones de libros en el primer semestre del 2014, para la misma fecha del año en curso es apenas de 21.239 miles de dólares. 53,44% de diferencia tan solo en un período de 12 meses.
Impreso en Venezuela
“Un libro de bolsillo, con un papel que puede ser con unos 80g en la tripa, -no de una calidad superiorísima-, y con unas tapas decentemente hechas para que la protejan y permitan que este producto pueda mantenerse en el tiempo, estaría costando más o menos 700 o 800 Bs cada uno en una imprenta en este momento”, calcula la experta en planificación cultural, y editora de Oscar Todtmann Editores desde hace 20 años, Luna Benítez.

Significa que un tiraje de 1000 ejemplares, costaría entre 700.000 y 1.000.000 Bs solamente en imprenta. Se le debe sumar lo que se gasta en la etapa de preprensa (diseño y concepción del libro) además del 30% de ganancia máxima establecida por ley, que tampoco permite recuperar la inversión con las ventas del título en librerías, según su explicación. 

Estos altísimos costos no se pueden adjudicar a la publicación, que tienen que llegar al consumidor, porque el valor de mercado es tan oneroso que es imposible los pague un lector común y corriente”.

Cuando Oscar Todtmann Editores publicaba un título de narrativa producía entre 1000 y 2000 ejemplares. Después, si el libro se vendía bien, una segunda edición podía ser de 1000 ejemplares. En este momento están comenzando apenas con 500, y si se transformara en un éxito de ventas las reediciones ya no podrían ser como antes. ”El problema es, lo haces, y ¿después quién te compra un libro de bolsillo en 6000 Bs?”.

Son estos precios los que limitan el acceso de los lectores a los títulos nuevos. Gabriela Trillo es estudiante universitaria, disfruta de la lectura en sus ratos libres. Pero con estos montos exorbitantes, como los califica ella, tiene tiempo sin comprar algo nuevo. La última vez que adquirió un texto fue a finales del año pasado en la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo (FILUC). 

“Los que estamos haciendo libros en el sector no-gubernamental, somos pocos y el esfuerzo se centra en una planificación muy limitada y bastante precaria”, relata la representante de Oscar Todtmann Editores. “Uno no tiene los suficientes fondos para publicar a todo el que quiere publicar, y no todo lo que te llega es de la calidad que se requiere”.

Alberto Sáez y Rodnei Casares son los directores y fundadores de Libros del Fuego, una joven editorial venezolana creada en el 2013 y la situación descrita por Luna Benítez no les es ajena.

Libros del Fuego sigue el modelo editorial venezolano, ellos se hacen cargo de la edición y el diseño de los libros y luego para la impresión recurren a la tercerización. Sáez comenta que en conversaciones con los impresores ellos le cuentan que las tintas y el papel, los insumos principales, son importados en su totalidad.“El papel venezolano es inexistente, las tintas para hacer impresiones, eso no se hace aquí”, manifiesta el director editorial. 

“Estamos contra la espada y la pared con los precios que nos coloquen las imprentas. Son muy elevados, pero eso no es culpa de ellos. Tienen que calcular y costear todo lo que tienen que hacer”. 

Todas las ediciones de Libros del Fuego abren con un tiraje de 1000 ejemplares, la última impresión que realizaron -en abril de este año- les costó 336.000 Bs. Para esa fecha, el dólar libre subió de precio de forma abrupta y les llegó un presupuesto cotizado con anterioridad por 784.000. Calculan que ahora el precio debe rondar el millón de bolívares. 
Bienes no prioritarios
En 2008, apareció en Gaceta Oficial la resolución N° 38.882 del Ministerio de Industrias Ligeras y Comercio, que obligó a las empresas de la industria editorial a pedir una certificación de insuficiencia o de no producción nacional para conseguir los dólares necesarios para traer libros del exterior. De esta forma, se clasificó al sector editorial como no prioritario para la entrega de dólares al cambio oficial. Desde entonces, la situación económica  perjudica aún más a la industria.

“La restricción de las divisas afecta a toda el área del libro desde hace mucho tiempo”, afirma el librero y director editorial de Libros del Fuego, Rodnei Casares. “Primero por la poca importación que reciben las librerías y después por los pocos dólares para los fabricantes, los impresores, toda la gente que está alrededor del libro. Lo que ha dificultado que nosotros -los editores- imprimamos con mayor regularidad”. 

La demanda para el libro no llega ni a 0,08% de los dólares entregados para importaciones ordinarias, afirmó el presidente de la Cámara Venezolana del Libro (Cavelibro), Iván Diéguez Vásquez en entrevista al Correo del Orinoco. En lo que va de 2015, no ha habido convocatorias de Sicad para este sector. Apenas 20% de las deudas del sector han sido canceladas.
LA BÚSQUEDA DIGITAL
A Nelly Noguera le gusta leer novelas de misterio, al igual que a otros lectores habituales, le está costando conseguir una publicación de este género. Para poder leer El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, un clásico de Robert Louis Stevenson, tuvo que recurrir a una versión digital tras una búsqueda sin resultados. Los últimos libros que ha leído en físico se los han traído familiares de Colombia.

Desde hace 2 años no llega nada importado, agrega Rodnei Casares. Los ejemplares importados que llegan a las librerías es porque los dueños viajan y los traen en maletas. Las últimas editoriales que importaban eran Océano de Venezuela y Alfaguara. Lo que se consiguen de autores extranjeros son los que se hacen aquí, por ejemplo, Planeta de Venezuela tiene la potestad de imprimir autores extranjeros en el país.

En este momento, según cálculos de Cavelibro, se necesitarían de 10 a 12 millones de dólares destinados a importaciones para culminar el año. Aunque, quedarían deudas pendientes de otros periodos: Cerca de 8 millones de dólares.

Para las editoriales trasnacionales la mayor dificultad es la repatriación de las divisas, describe la presidenta de la FILUC, Rosa María Tovar. Por más que vendan libros aquí no se pueden llevar las ganancias en divisas. Esas contrariedades son las que han provocado que, en algunos casos, las editoriales se hayan retirado del país, como lo hicieron el grupo Norma y el grupo Penguin Random House. Unas han optado por esa vía, otras por ediciones realizadas únicamente en Venezuela y trabajar con autores venezolanos como es el caso de Planeta.

“Algunos distribuidores traen los libros, por supuesto no al cambio oficial, sino al dólar libre. Eso influye negativamente en los precios”, explica Tovar. Los asistentes a la FILUC de este año que quisieron adquirir El impostor, la más reciente obra del escritor español Javier Cercas lo vivieron en carne propia. La editorial que publica al autor no labora en Venezuela, se pensaba que el libro llegaría –con suerte- en unos meses al país. Para sorpresa de los asistentes, un expositor logró traer unos ejemplares a tiempo para la feria. El precio: 20.000 Bs.
NADIE SE RINDE
Con las visicitudes para conseguir materia prima, es natural que algunos lectores y editores hayan considerado migrar al libro electrónico. Pero al menos en Venezuela, 72,3% de los lectores prefieren los libros en físico frente a un 7,9% que opta por el digital según la Encuesta del Comportamiento Lector, Acceso al Libro y la Lectura en Venezuela, publicada por el Centro Nacional del Libro en 2012. Érika coincide con la mayoría en ese punto y dice que para leer algo en internet, es porque se está “muriendo” por leerlo. 

”El mercado digital es complementario”, opina Alberto Sáez. “Venezuela es un país que no está acostumbrado a trabajar en el mercado digital. Sigue prevaleciendo el mercado físico. Lo hemos pensado. En la web ya estamos vendiendo libros físicos, y el siguiente paso, más adelante,  sería hacerlos digitales”.

Pero ni lectores ni editores se rinden. En Libros del Fuego ya tienen planificados varios lanzamientos para el año que viene, incluyendo lo que será su primer libro infantil de la mano de Jacqueline Goldberg. “Creo que en momentos de crisis, se debe apostar más, hay oportunidades porque muchas editoriales transnacionales se han ido del país y eso por supuesto, te va dejando espacios en las librerías”, sostiene Casares. “Queremos afrontar el desafío y seguir apostando. Estamos seguros que nuestros libros van a ser, en algún momento, best-sellers”.

La gente consigue los precios que se adaptan a su presupuesto o simplemente compra aquel que realmente necesita o quiere leer, asevera Rosa María Tovar. “El libro tiene gente valiente, que sigue apostando a él y va a soportar este embate”.

“En Venezuela hay tanto talento y tanta gente que escribe, y tantas cosas que hay que hacer que sí valdría la pena echarle un ojo a esa producción y analizar lo que está pasando”, concluye optimista la editora Luna Benítez.



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