EFE

Miles
de turistas visitan Grecia cada año para conocer lo que queda de su
esplendoroso pasado, como la Acrópolis de Atenas, Olimpia o Delfos, pero son muchas las historias que quedaron en el
fondo del mar y que la mayoría de los viajeros se pierden debido a las
restricciones al submarinismo.

Grecia es el segundo país de Europa en cuanto a longitud costera por detrás de
Noruega, cuenta con 9 mil islas y su posición geográfica históricamente ha
colocado a este país en el centro de las rutas comerciales transmediterráneas,
lo que se traduce en una gran cantidad de naufragios y numerosas reliquias en el fondo del mar Egeo.

Hasta hace diez años la práctica del buceo estaba muy restringida en Grecia por
miedo al robo de antigüedades, lo que provocó una fuga de potenciales turistas
al mar Rojo, Egipto o Israel.

En 2006 la Unión Europea (UE) pidió que se eliminaran estas restricciones,
excepto en zonas concretas donde se hubiera probado la existencia de restos
arqueológicos.

Con los años, Grecia -sumida en una crisis económica que ha provocado una tasa
de paro por encima del 20 % y que roza el 50 % entre los más jóvenes- depende más que nunca del turismo.

El mar es uno de los mejores activos de Grecia y, aunque parezca difícil de
creer, aún queda mucho por explotar en él para aumentar la llegada de turistas,
por lo que el reto está en hacerlo de manera sostenible y asegurándose de que
no resulte en un expolio.

La propuesta de algunos organismos, como el Instituto Griego de Arqueología
Marina, es la creación de parques
submarinos, que permitiría que el público visitara zonas de interés
arqueológico
que hasta ahora han estado cerradas, pero con supervisión.

Desde este organismo se promueve la apertura de uno de estos parques al sur de
Ática para el buceo recreativo, en concreto en Lavrio, a una hora de Atenas, y
desde ahí se visitarían restos de hasta siete naufragios en grupos pequeños
acompañados de un arqueólogo o un vigilante de seguridad.

En esta zona hubo una gran concentración de naufragios, ya que forma parte de
la ruta marítima histórica entre Oriente Medio e Italia, por lo que no solo se podrá bucear entre los
barcos hundidos, sino también apreciar el cargamento que se perdió con ellos
,
aunque siempre respetando la zona y sin tocar ningún objeto.

Yorgos Kutsuflakis, director del proyecto arqueológico de Evia, propuso esta
idea a las autoridades regionales hace ya meses con la intención de ponerlo en
marcha a principios de este verano. Sin embargo, la lentitud en la toma de
decisiones ha dejado aún muchos detalles por definir.

«Tendremos que esperar a la siguiente temporada para abrir la zona al
buceo recreativo», dijo Kutsuflakis a EFE.




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