Luis Alejandro Borrero/@LABC7
Carmen Sosa se siente programada para morir. Podría ocurrir en cualquier momento. Llegó a la tercera edad y no consigue las pastillas para la tensión. Sabe que fuera distinto si tuviera los medicamentos a la mano. “La crisis es insostenible, insoportable”. Esa, entre tantas, era una de las razones por las que decidió concentrarse el 1 de septiembre en Maracay.
La exigencia es clara: revocatorio. Las colas son humillantes. “En mis años nunca había visto estas colas”, decía la mujer con una bandera tricolor en la mano. “Yo estoy luchando por ustedes, por la generación de relevo. A mi me queda poco, pero aquí hay jóvenes muy valiosos que tienen que quedarse en Venezuela”. Lo que una vez fue un país lindo y hermoso, dice, se ha convertido en un lugar de huidas.
Los maracayeros que no pudieron llegar a Caracas no se desmovilizaron. Desde temprano estaban planeando qué hacer. En la encrucijada de Turmero se concentró un grupo. Otro tumulto, donde Sosa estaba, prefirió la esquina del Centro Comercial Parque Aragua, en la avenida Bolívar de la capital aragüeña.
Nuria Bastardo cargaba una cruz en la mano. Su fe se divide en dos, comentó: en Dios, y en la gente en la calle. Siempre pacíficamente. “En mi casa no tengo comida, no tengo medicinas. Aquí necesitamos urgentemente un revocatorio para cambiar el Gobierno en paz”. No saben mandar, no hay gerencia, decía. “Aquí se acabó todo. No tenemos nada sino la fe”.
Los manifestantes se concentraron porque no pudieron conseguir una línea de transporte que les prestara servicios. La dirigencia regional de Voluntad Popular denunció que el Gobierno prohibió a las uniones de conductores ayudar a opositores. José Villegas, coordinador en Maracay de la tolda naranja, dijo que el Gobierno desplegó a colectivos para cometer robos masivos a comercios y transeúntes.